Un resumen con los mejores cómics de 2018 que nadie me ha pedido

Cuando no hay nadie esperándote, no llegas nunca tarde ni pronto. Así pues, este resumen de 2018 en cómics llega cuando llega. No es, desde luego, el primero, aunque quizás sí sea el último. Qué más da.

Desde 2015 no tenía tiempo y, sobre todo, ganas, de hacer balance del año. 2018 ha sido un año excepcional en materia de cómic y, por eso, no me resisto a juntar unas cuantas letras sobre estos últimos 365 días, más que otra cosa para acordarme más adelante. A continuación, un buen chorrazo de buenos cómics de variado pelaje (y aún es posible que se me escape alguno olvidado o que no tuve tiempo de leer), hechos y apuntes.

2018: Un año de cómics y fenómenos

Una vez te acostumbres a la vorágine que supone intentar mantenerte al día de lo que se publica en España, te medio acostumbras a surfear el frenesí. El clima de preocupación por la posible explosión de un ecosistema en el que cada vez se publica más para una base de lectores/clientes que no ha crecido, ni mucho menos en paralelo a la oferta, no impide que la maquinaria siga en marcha. El informe de Marc Bernabé sobre manga, por ejemplo, es un buenísimo indicador de lo que estamos viviendo.

Dejando eso de lado (si es que es posible), es innegable que 2018 ha sido un año excelente en cuanto a calidad y variedad de obras publicadas. Ha sido, además, un año en el que los fenómenos editoriales parecen haber llegado para quedarse.

El principal y más deslumbrante es el de la norteamericana Emil Ferris y su Lo que más me gustan son los monstruos. Si hay algo que guste más que una obra peculiar, íntima y cercana, eso eso que venga de la mano de una historia personal que sea un caramelito periodístico, como es el caso. Pero si Ferris ha arrasado con la primera parte de su obra en todo el mundo, al final, es porque ha logrado un cómic personalísimo, lúcido y entrañable.

Lo de Emil Ferris en el mundo del cómic ha sido un poco (salvando las distancias) como lo de Rosalía en el mundo en general. Sin embargo, el año nos ha guardado varios bombazos más. El inevitable y, hasta cierto punto, esperado, ha sido lo nuevo de Paco Roca, esta vez con guión de Guillermo Corral. El tesoro del Cisne Negro es puro bestseller de intriga que Roca ha sabido llevar a su terreno y que ha batido récords al agotar su primera edición de 25.000 ejemplares en cuestión de días.

Japón también nos ha traído dos fenómenos tremendamente dispares. Mi experiencia lesbiana con la soledad, de Kabi Nagata, ha permitido que nos asomemos a las vivencias de una autora japonesa que aborda abiertamente y sin tapujos sus problemas personales y sexuales, en un descarnado slice of life más propio de editoriales indie norteamericanas. Fandogamia se ha apuntado un enorme tanto trayendo a España la obra de una autora que seguro que les trae muchas alegrías.

Atelier of the witch hat ha sido otro manga que se ha granjeado una enorme y entusiasta legión de seguidores en un tiempo récord. Un cómic divertido, cuidadísimo y una pura delicia gráfica que ha sabido pulsar las teclas precisas. MilkyWay se ha llevado de calle uno de los grandes éxitos de ventas del año.

La vida en directo

No recuerdo un año reciente en el que haya estado tan presente el cómic de vivencias personales o slice of life como este: desde La Joven Frances, de Hartley Linn, a Esclavos del trabajo, de Daria Bogdanska, pasando por ¿Dónde estás?, de Bea Enríquez o Siete sitios sin tí, de mi adorado Juan Berrio, todas ellas obras intensas, sinceras y estimulantes. Martha y Alan, de Emmanuel Guibert, continua el apasionante relato de un pequeño gran personaje del siglo XX como es Alan, mientras que Kim nos lleva a su juventud en la Alemania de los primeros sesenta con Nieve en los bolsillos.

Ha sido también el año en el que hemos seguido conociendo el desolador y fascinante mundo de Yoshiharu Tsuge y hemos disfrutado de otra gran obra del maestro Tatsumi, ambos gracias a la estupenda labor de Gallo Nero Ediciones. Como comentaba más arriba, Japón nos ha traído una sorprendente manera de hacer slice of life de la mano de Kabi Nagata.  

La vida, en este caso de los otros, ha sido también un tema popular en algunos de los cómics más interesantes de este nuevo 2018. Unos muchachitos nuevos en el lugar, Flow Press, se han descolgado con dos obras de calado dentro del género biográfico, el primer volumen de la monumental Hip Hop Family Tree, de Ed Piskor, un exhaustivo y detallado recorrido por la historia del hip hop, y una interesantísima biografía del legendario Muhammad Ali.

Por su parte, Dibbuks nos ha traído Un, dos, tres, Ramones, fabuloso acercamiento a las aventuras y -sobre todo- desventuras de la banda neoyorquina. La música es también el vínculo que une los caminos de Fermín Muguruza y Eduardo Madina en Los puentes de Moscú.

Nombres propios

En 2018 hemos leído en castellano a Bretch Evens con su perturbador Pantera, Mr Kern con su desopilante El caso Alain Lluch y a Max Beitinger con su piramidal Röhner, pero también hemos vuelto a disfrutar de autores imprescindibles Jim Woodring, Gipi, Bastien Vives o Frederik Peeters, gracias a Poochytown, La tierra de los hijos, La Blusa o El hombre garabateado. Hemos visto continuar sagas fundamentales como Gus de Blain y Orlando y el juego, de Luis Durán, así como acabar la monumental Berlín, de Jason Lutes o la edición en un solo tomo de Vista Final, de Charles Burns.

Ha sido, como casi todos los años, un buen año para ser fan de Ed Brubaker y Sean Phillips convertidos desde hace años en una entidad creativa única, que este año nos ha ofrecido The Fade Out, Kill or be Killed, Incognito o más madera de Criminal y Fatale. Por muchos años.

Patrimonio nacional

Quienes disfrutamos de propuestas que buscan salir de lo convencional hemos pasado un año excelente gracias un puñado de autores y autoras de aquí que han publicado trabajos a un nivel altísimo.

No puedo por menos que destacar el trabajo de Apa Apa Cómics, una pequeña editorial que ha sabido afinar el tiro muchísimo. Pulse enter para continuar, de Ana Galvañ, y Cenit, de María Medem, son dos excelentes obras que, para el que esto escribe, se sitúan en lo más alto de todo lo publicado durante el año pasado. Ambas obras brillan tanto que incluso han hecho que, por momentos, hayamos olvidado esa ventura disfrutona y colorista que es ¡A la aventura!, de Alexis Nolla.

En el ambiente más propicio para la experimentación que hemos vivido en mucho tiempo, el eterno Max se ha descolgado con un soberbio Rey Carbón en el que deja patente su inquietud y sus ganas de recorrer nuevos caminos.

Oro de los grandes nombres del año ha sido el de Borja González con su Thttp://elhype.com/the-black-holes-entre-lovecraft-y-the-cramps/he Black Holes. A través de la personal combinación de las cosas que le interesan, el dibujante ha logrado una obra evocadora y magnética. Háganle un hueco en su vida a este autor: lo agradecerán.

La cosa no queda, ni mucho menos, ahí. Lorenzo Montatore ha conseguido con su ¡Cuidado que te asesinas! algo hipnótico y valiente como no podía ser menos de uno de los autores que justifican por ellos mismos que existan las redes sociales. Mamen Moreu nos ha dejado un Desastre divertidísimo con un tragicómico relato de vida y desamor en los tiempos de la crisis. No se pierdan tampoco lo que está haciendo Marta Altieri en 137.rehab. Una maravilla.

La francesa afincada en Barcelona Camille Vannier ha deslumbrado con Poulou y el resto de mi familia y, en general, con su fresquísimo descaro y su colorista propuesta. En El método Gemini, Magius se ha lanzado a una ambiciosa historia de mafiosos que demuestra que el autor se atreve con todo.
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Cristina Durán y Miguel Ángel Giner, junto a la periodista Laura Ballester, han realizado un valiente y necesario homenaje a las víctimas del accidente de metro de Valencia. Completan, junto con Picasso en la Guerra Civil, de Daniel Torres,y Los puentes de Moscú, de Alfonso Zapico, una excelente cosecha.

Un año fantástico y pijamero

Es inevitable fijarse en el excelente momento que vive el género fantástico en la actualidad. En digital, en papel, por la mañana o por la tarde, es inevitable acercarse con admiración a lo que lleva tiempo consiguiendo Panel Syndicate: Barrier, The Private Eye (en papel), Universo! o Blackhand Ironhead.

Image Comics sigue dando series como Ciencia Oscura, Lazarus, Inyección, Monstress o The Wicked + The Divine, Bitch Planet, Paper Girls, Clase Letal, Rumble o Sex Criminals que, con sus disparidades y altibajos, conforman un amplio abanico de propuestas que van del “por encima de la media” al “excelente”.  

También está aquí para quedarse, o eso parece, el universo de superhéroes Black Hammer, tanto en su serie regular como en su spin-off Sherlock Frankenstein y la legión del mal, con el aliciente de David Rubín al dibujo de manera parcial en la primera y a tiempo completo en la segunda. Rubín, por cierto, ha reeditado (por fin)  su onírico Cuaderno de tormentas en este 2018.

La sociedad de los dragones de té, de Katie O’Neill, La danza de los muertos, de Pierre Ferrero, o Whacommo, de Luis NCT, han alumbrado distintas sensibilidades e intereses a la hora de acercarse al género de la fantasía, ofreciendo siempre visiones estimulantes y altamente disfrutables.

Marvel sigue teniendo sus mejores momentos cuando se aleja de la norma: su Thor, en manos de Jason Aaron y Russell Dauterman, es una lectura que reconcilia a la editorial con el concepto moderno de espectáculo y emoción. Es facilísimo perderse en su interminable catálogo, pero vale la pena apreciar los intentos por darle un poco de vidilla a la Casa de las Ideas a autores y autoras como Charles Soule, Mariko Tamaki, Kelly Thompson, Ta-Neishi Coates o al Ewing en Daredevil, Hulka, Kate Bishop: Ojo de Halcón, Pantera Negra o Hulk, además de agradecer la solidez y constancia de veteranos como Mark Waid o Dan Slott. También poder encontrarse a Javier Rodríguez dibujando lo que sea (los nuevos Exiliados no serían ni el 10% de lo que son sin su trabajo) o ese sueño húmedo hecho realidad que es La Patrulla-X Original de Ed Piskor..

La vecina DC mantiene el tipo a golpe de Tom King: en Mr. Milagro o en Batman, entre un mar de series y propuestas vanilla en las que brilla el oficio de autores de aquí como Mikel Janín, Jorge Jiménez, Francis Portela Fernando Blanco.

Puede que no sea fantasía ni ciencia-ficción, o puede que tenga un poco de todo, pero no puedo dejar de celebrar La mujer leopardo: Una aventura de Spirou, de Yann y Schwartz, una gozada.

Japón sigue a lo suyo

El ecosistema manga sigue siendo un amplio continente difícil de explorar. Los que intentamos ir más allá de los autores más “fáciles” de asimilar para los no nativos nos encontramos, al principio de nuestro periplo, con un aluvión de sellos, géneros y novedades. Si hace falta una vida y un riñón para estar al día de las novedades mensuales de cómic en nuestro país, hacer lo propio con el cómic japonés requiere su propia vida y su propio riñón.

Dicho esto, ser el 50% de un pizpireto podcast de manga como Base Otaku me anima y obliga a leer mucho más manga y, sobre todo, más diverso del que leería como lector. Esto me ha permitido disfrutar como un crío con Welcome to the ballroom o Your lie in april, vibrar con el concepto de aventura de Golden Kamuy o Ulna en su torreta o fliparme con desparrames como Adam & Eve o Innocent o alucinar con WTF grandísimos como ¿Qué tiene de malo intentar ligar en una mazmorra? o El jefe es una onee.  

Además, he conseguido disfrutar de los matices que ofrece el yaoi a través de obras como Blue morning, Un extraño a la orilla del mar o Jackass. Extra de gratificante lo de leer obras que “no son para ti” pero que disfrutas igualmente.

Añadamos a todo esto los anteriormente citados Obscenidad,  Mi experiencia lesbiana con la soledad o Atelier of the witch hat, sumando debilidades personales como Kazuo Kamimura, con Una mujer de la era shöwa o Moto Hagio, con un Catarsis que espera ansioso en mi pila de lecturas pendientes. Y eso sin entrar en reediciones fabulosas como las de Osamu Tezuka. El resultado, un catálogo variado, vibrante y, por qué no, agotador. No sabemos si este ritmo va a aguantar mucho tiempo pero, mientras tanto, que nos quiten lo bailao.

Culpable y Perdedor confesional

Soy una persona inquieta y siempre tengo ideas en la cabeza que me gustaría llevar a cabo. A lo largo de este año me he propuesto, con moderado éxito, mantener una regularidad semanal con la Newsletter Culpable, además de publicar todas las semanas en esta página. Ya nos sabemos la matraca de que nadie lee ya blogs, pero la idea de dejar contenido perdido por Facebook o cosas así me horripila.

Uno de los proyectos de los que estoy más contento es de Base Otaku, el podcast de manga que hago a pachas con mi amigo Dani Coronado. Hemos conseguido consolidar un formato con el que nos sentimos cómodos, y para mí es una excusa estupenda de leer y aprender sobre cómic japonés. Además, hemos conseguido una pequeña pero acérrica comunidad de seguidores, y estamos encantados.

Culpable y Perdedor también estrenó su formato sonoro. Lo importante para mí era arrancar, pero no estoy contento del todo con los resultados, así que voy a seguir dando vuelta a los formatos. Tengo también un par de sorpresas en proceso de ejecución. A ver si cuajan.

2018 ha sido para mí un año que me ha permitido volver a tope con uno de los géneros periodísticos con los que más disfruto, la entrevista. He tenido la oportunidad de hablar con Max o Peter Bagge (repitiendo en ambos caso entrevista 20 años después), Borja González, Tillie Walden o a los autores de Máculas en Mondo Sonoro.

También he seguido hablando de cómic y música (como siempre, menos de lo que me gustaría) en ElHype y he hablado de un puñado de buenos tebeos en Rockdelux y Mondo Sonoro. Ha sido, tristemente, el año que nos hemos despedido de DT, donde durante mucho tiempo pude hablar de cómics largo y tendido.

Me encanta el formato largo, pero este año en Magnet la cosa solo ha dado para dos artículos, de los cuales, eso sí, estoy muy contento: un artículo sobre Lo que más me gustan son los monstruos de Emil Ferris cuando estaba recién salido del horno, y otro (el primero de un medio español sobre el tema) acerca de Comicsgate, fenómeno que estuve siguiendo durante varios meses y que tuvo como fruto un texto de varios miles de palabras y un buen puñado de improperios hacia mi persona. Está claro que no se puede gustar a todo el mundo. Claro que es algo que tampoco busco ni pretendo. Como siempre, gracias por estar ahí, sobre todo si has llegado al final de esta montaña rusa comiquera.