Reseña de Terry, una antología de Fulgencio Pimentel

Terry, un catálogo ecléctico que incluye de los Bravú a Michael DeForge

Fulgencio Pimentel se ha lanzado al ruedo a pecho descubierto y, muy fiel a su filosofía de hacer lo que les pida el cuerpo, sea o no temporada de ello, se destapan con una antología, y digo antología porque llamar a Terry revista sería quedarse corto e impreciso

No se trata, viendo el indice de autores, de un compendio fácil ni para todo los gustos. No seamos ingenuos: ni esto es posible, ni  los editores lo pretenden.
Podría explayarme más sobre este tema o sobre el potencial público objetivo de Terry, pero no estoy para brindis al sol.
Dejémoslo asi: Terry es una antología cuyo contenido no va a gustar a todo el mundo, ni falta que hace. Es evidente que Nacho García o Jose Ja Ja Ja se sitúan en las antípodas de lo clásico y que la aportación de Gonzalo Rueda juega más la baza del ejercicio gráfico que la búsqueda de un contenido narrativo de peso. El planteamiento y la sensibilidad de sus propuestas juegan a diluir las fronteras entre cómic y diseño gráfico (especialmente en el interesante juego de acabados de Rueda) y, para muchos, seguramente residen definitivamente a la otra orilla del río… ¿Y qué? Vivimos tiempos caóticos y heterogéneos en los que, si me preguntan, les diré que es grato abrir un tomo y que sorprenda y desconcierte, razones ambas por la que muchos detractores de estos artistas antes citados guardan gratos recuerdos de las revistas españolas de los ochenta.

Como toda buena antología, Terry llama al debate y al contraste. Se puede discutir si el derroche exhuberante y surrealista de las páginas aportadas por Los Bravú queda empañado por  lo anecdótico que resulta lo que nos cuentan.  Quizás sea este el mayor peligro de combinar «historias» cortas con experimentación. También puede preguntarse uno si lo de Bendik Kalterborn es verdaderamente necesario a estas alturas. Espero, sinceramente que lo incluido en Terry sea solo una boutade de un autor que, por lo demás, parece interesante.  Plantearse todo esto resultaría perfectamente legítimo y, si me apuran, necesario. Al fin y al cabo, al ser humano le pirran la tertulia y el chafardeo. Para el lector de cómic estos son directamente un modo de vida. Qué digo,  ¡una religión!

Permítanme que siga con mi diatriba y comparta con ustedes lo grato que me resulta ver publicado a Michael DeForge en nuestro país. He disfrutado enormemente con Ant Colony y los ejemplares que han caído en mis manos de Lose y sólo puedo decir que hacía mucho tiempo que un autor «indie» no me camelaba de esta manera. Gracias, Michael, pensaba que me estaba haciendo viejo y descreído. Ojito también a Sebastian Lumineau. Su Hombrecillo de negro es una historia perturbadoramente magnética, y su desaliñado dibujo es efectivo hasta rabiar. La historia de Sammy Harkham me ha parecido un encuentro entre David Lynch y el Peeters más cósmico, no sé si hace falta decir más. Simon Hanselmann es una de mis personas preferidas en todo el mundo desde que acudí a la divertidísima presentación de Hechizo Total en Madrid por el despiporre de la presentación en si y porque sus cómics son algo único e imprevisible.

En un mundo mejor Terry llegaría a gentequenosonnecesariamenteloslectoresdetebeosdesiempreyameentendeisguiñoguiño y toda una (o varias) generaciones de jóvenes modernos inquietos y sibaritas verían el medio como algo excitante y lleno de posibilidades y no como el reducto de treintañeros tristes y mal vestidos con el que se nos suele definir. Pero lo que hay es lo que ves, así que no me queda más que recomendar fervientemente que le echéis un vistazo a Terry. Vale la pena.

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