Palos de ciego es el estreno en formato largo de El Irra, un autor sevillano curtido en trabajos anteriores en los que ha abordado el género policíaco y la ciencia ficción.
Israel Gómez Ferrera, nombre real que oculta su nom de plume, es un autor ciertamente atípico. De inicios autodidactas, abandonó una pujante carrera como dibujante e ilustrador plagada de premios y reconocimientos durante algunos años para trabajar como cerrajero en la Costa del Sol.
Ahora, con muchas páginas por delante, El Irra se propone contarnos una historia de hijo pródigo ambientada en la Sevilla que no sale en las guías turísticas. De su mano, Aterrizamos en un gueto en el que en vez de hip hop y ropa de la NBA hay copla y camisetas del Betis. En todo lo que nos muestra habita una violencia cotidiana y subyacente que afecta a cada rincón de la barriada en la que se desarrolla la acción. Pero más impactante aún resulta la absoluta ausencia de esperanza que se cierne sobre todos y cada uno de los personajes que pueblan las páginas de Palos de ciego.
Con su combinación entre género negro, quinqui y retrato social, El Irra compone un retrato descarnado que toma como claro referente a Frank Miller, al cual acerca a una tradición narrativa española eminentemente cruda y tremenda en la que no hay lugar la glamourización del crimen y la violencia.
El dibujo afilado y vibrante del autor retrata una barriada decadente y que apesta a podredumbre moral y estancamiento social, una auténtica ciudad del pecado donde cada uno intenta sobrevivir donde puede con su presente y su pasado. El Irra ha perfeccionado una manera de hacer que le permite ser intenso sin pagar el peaje de la grandilocuencia y apuntar con atmósferas, miradas o gestos. Su manera de construir personajes deja esa sensación de intranquilidad que le recorre el cuerpo a uno cuando transita por malas calles a horas intempestivas, donde cada esquina puede ser un problema y cuando cada minuto puede depararte un susto. En la galería de vidas rotas que es Palos de ciego hay un costumbrismo nada complaciente que torna en un cierto tipo de denuncia social, la que expone pero no juzga. Hay también secretos, rivalidades, cuentas por ajustar y verdades que quizás no lo sean tanto. El Irra ha conseguido ensamblar todo esto con una excelente capacidad de planificación y desarrollo y con un gran talento para trazar personas creíbles a partir de arquetipos de personajes. Pero, sobre todo, el sevillano destaca por una habilidad al alcance de pocos artistas: remover con su trabajo las entrañas del lector.
Palos de ciego es un largometraje de debut que confirma, por si hacía falta, que la escudería Astiberri cuenta con un nuevo autor español imprescindible.
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