One Punch-Man llega con la vitola de ser la última gran sensación del país del Sol Naciente lo que, en una coyuntura tan voraz como la actual, puede ser o no gran cosa a efectos prácticos.
Sí es innegable que se trata de un manga cuando menos peculiar ya que lo que ha llegado a nuestras manos es una versión 2.0 del manga homónimo que el mangaka ONE serializaba en su propia página web con un estilo gráfico diametralmente alejado al de la serie editada por Ivrea.
One Punch-Man nos traslada a una realidad llena de monstruos, amenazas chifladas, alienígenas, cyborgs y científicos locos. Dentro de esa vorágine, un arquetípico perdedor y outsider de instituto se propone (y consigue) convertirse en superhéroe. El día a día de este justiciero que somete a sus adversarios con un único y demoledor puñetazo y cómo ha alcanzado tal poder es lo que cuenta este manga que en Japón ya alcanza los diez volúmenes recopilatorios.
One Punch-Man tiene como gran valor una enorme capacidad lúdica. Se trata de un tebeo tremendamente entretenido que triunfa, entre otras cosas, al no tomarse demasiado en serio a si mismo en ningún momento. Las amenazas superlativas y (para qué negarlo) un poco camp a las que se enfrenta el héroe se ven convenientemente contrarrestadas por una combinación entre humor slapstick y la serenidad casi pasota del protagonista.
Más allá del formato episódico (y previsiblemente agotable) de ir buscando pequeñas variaciones a una concatenación de monstruos de final de fase, One Punch-Man apunta en esta primera entrega al desarrollo de líneas argumentales con algo más de enjundia, tanto en el presente como en el pasado del personaje principal. Hay también mucho terreno por explorar en lo referente a personajes secundarios.
Yusuke Murata se declara fan del Dragon Ball más profuso en toñinas y combates y de Kinu Nishimura diseñador de personajes de videojuegos de Capcom como el celebérrimo Street Fighter. Es por ello que no sorprende el despliegue del que hace gala el dibujante cuando llega la hora de las tortas. Espectáculo puro y por todo lo alto, sí, pero una pirotecnia que esconde, no sería justo obviarlo, un excelente oficio. Murata sabe narrar mucho más allá de dar sentido a un amasijo de castañas de proporciones épicas. Domina el ritmo y las expresiones y sabe llevar al papel ese tono socarrón que tan bien le sienta a la obra.
One Punch-Man es un manga fresco y divertido del que deberían tomar buena nota muchos guionistas y dibujantes de Marvel y DC. Un chupitazo de Jägermeister para venirse bien arriba.
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