El periodista Guillermo Abril y el fotógrafo Carlos Spottorno pasaron tres años embarcados en un proyecto profesional y, me atrevo a afirmar, humano, que les llevó a visitar (o al menos, intentarlo) fronteras europeas muy dispares para conocer la realidad que se vive en ellas y realizar diversos reportajes para El País Semanal. La Grieta enlaza sus viajes en un formato que algunos han definido como fotolibro pero que, en realidad, utiliza la combinación de fotografía y textos de apoyo para vertebrar una narrativa secuencial que no pasa nada si definimos como cómic, aunque pueda aflorar por la cabeza la idea de fotonovela. Un poquito de mentalidad abierta nunca hizo a nadie.
Tanto el especial A las puertas de Europa, cuyo vídeo, que capta el rescate de una embarcación de refugiados en pleno Mediterráneo y le proporcionó un premio World Press Photo a Carlos Spottorno, como la posterior trilogía Europa cierra las fronteras son trabajos periodísticos de primer orden. En ellos, se puede adivinar la buena química personal de dos excelentes profesionales como clave de un resultado igualmente excelente. Hay algo en la cercanía y naturalidad de la manera de redactar de Guillermo Abril, en la calidez y el sentido de la oportunidad de las instantáneas de Carlos Spottorno que les convierte en un equipo periodístico de altos vuelos.
La idea de prolongar la vida de un estupendo material de partida (los reportajes) y aprovechar otros miles de fotografías y cientos de páginas de notas tuvieron como resultado La Grieta. Llama la atención, en primer lugar, la facilidad con la que funciona un experimento decididamente heterodoxo, que se queda a medio camino de muchas cosas: novela gráfica, libro de fotografía… En mi opinión, el acierto total es saber aprovechar lo mejor de cada casa como vehículo para contar una realidad. El drama de los refugiados se ha contado y se cuenta a través de textos, fotografías y reportajes audiovisuales. Abril y Spottorno practican un periodismo 360º que no es que sea moderno, es que es la realidad necesaria para ejercerla profesión en un presente tan complejo como el que vivimos. Es por ello que, dentro de la lógica transmedia de su manera de trabajar, el formato de novela (foto)gráfica aporta una cuarta pata extremadamente interesante y reveladora.
La Grieta es una obra valiente que entiende el lenguaje del cómic. Carlos Spottorno no es dibujante, pero sí un fotógrafo de primera línea con un gran dominio del lenguaje audiovisual, y puede que Guillermo Abril no haya escrito un cómic en su vida, pero es indudable que sabe contar una historia de la que ha sido, a la vez, testigo y protagonista. La obra de Spottorno y Abril se codea con obras referenciales en materia de periodismo y viñetas como Palestina, de Joe Sacco o El Fotógrafo, de Didier Lefèvre, Emmanuel Guibert y Frédéric Lemercier. Allá donde un dibujante de cómic como Sacco quiso afilar su vertiente periodística o Guibert (dibujante), Lefèvre (fotógrafo) y Lemercier (rotulista y maquetador) convierten en historia narrada en cómic un material fotográfico preexistente, en La Grieta vemos cómo es el medio el que se somete al trabajo de dos autores en principio ajenos al cómic y que utilizan herramientas gráficas y narrativas suficientemente maleables para que acaben siendo lo mismo pese a ser diferentes. La constatación del uso de esta solución no debe ser interpretada como un inconveniente ni como algo meritorio per se.
La Grieta es el resultado de querer dar una vida extra a un material que, por su calidad y valor como testimonio informativo merecían una vida que fuese más allá de la efímera existencia que otorgan los suplementos dominicales o el archivo online de un medio masivo. Los autores, sin embargo, han eludido cubrir expediente con una recopilación más o menos inspirada y van mucho más allá. Demuestran entender y respetar el medio elegido y han sabido, gracias a el, enriquecer un material que ya por sí era sobresaliente, consiguiendo un resultado único.
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