Reseña de Descender 2. Luna Máquina, de Jeff Lemire y Dustin Nguyen

En el primer volumen de Descender se asentaban las bases del universo que nos presentaban Jeff Lemire y Dustin Nguyen. Una distopía futurista en la que unos misteriosos robots gigantes habían desolado varios planetas sin motivo aparente y desapareciendo poco después, lo que había desatado un movimiento ludita intergaláctico empeñado en acabar con toda vida artificial. En medio de todo ello, un niño robot intenta reencontrarse con su hermano humano.

Como comenté en la reseña del anterior volumen, el lector fogueado en el ámbito de la ciencia-ficción reconocerá cómo Lemire juega con elementos de space opera clásica con obras de temática robótica, principalmente Los superjuguetes duran todo el verano, de Brian W. Aldiss, germen de la película Inteligencia Artificial de Steven Spielberg. También hay un vago recuerdo al devorador de mundos Galactus o a los imponentes Celestiales del universo Marvel.

Si en Estrellas de hojalata Lemire y Nguyen desarrollaban una titánica tarea de desplegar personajes, trasfondos, motivaciones y acción dentro de un ecosistema que tiene que ser diverso y complejo, pero también parecerlo, esta segunda entrega, una vez pasada la novedad, se enfrenta al reto de mantener la tensión y el interés.

Lemire abre el melón y acentúa el papel de las lineas argumentales en paralelo, lo cual le permite no renunciar a la acción vigorosa que caracterizaba al primer tomo y, al mismo tiempo, dotar de mayor calado a las principales tramas introduciendo los pertinentes giros que aviven la llama, algo que al guionista siempre se le ha dado particularmente bien en otras obras. Se nota, eso sí que ha levantado el pie del acelerador.

Este Descender 2. Luna Máquina sirve también para que nos acabemos de acostumbrar a la transformación de un Dustin Nguyen que ha recorrido su propio camino de patito feo a cisne al dejar atrás un tratamiento gráfico estándar de lápiz y tinta en el que cumplía pero no brillaba en favor del uso de acuarelas que, como mínimo, le dotan de una mayor personalidad. Sobre el papel esta técnica quizás no se antoje como la más compatible con un cómic lleno de metal, naves espaciales y robots, pero lo cierto es que Nguyen da con la tecla precisa y lo suyo acaba siendo un alarde de estilo y pundonor. El dibujante aprovecha esa volatilidad y esos tonos tan concretos para diferenciar al universo de Descender de las decenas de tebeos con naves espaciales que se han publicado en los últimos años.

Descender es una de esas series que te dejan con la sensación de que sus autores tienen las cosas muy claras y que, pese a tomar como partida elementos de género tremendamente familiares, toma como prioridad poner a trabajar la capacidad de sorpresa del lector. Lemire y Nguyen parecen propuestos a construir algo ambicioso y larger than life y, por ahora, llevan el rumbo adecuado.

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