Con La autobiografía de Matt Murdock se cierra uno de los ciclos más intensos, interesantes y, por qué no decirlo, sorprendentes, vividos por un personaje de Marvel durante los últimos años. Intensos por el nervio que ha mantenido la cabecera de Daredevil durante muchos meses, con cambios significativos en algunas de las constantes del personajes. También por la sucesión de dibujantes que de han encargado del Hombre sin Miedo: Marcos Martín, Javier Rodríguez, Paolo Rivera, Chris Samnee… Gente que conoce y ama no sólo el medio en general, sino que conoce y ama a Daredevil y a Marvel. Al menos a la Marvel que una vez fue. Gente, además, con un tremendo talento y una de las mejores virtudes posibles: ser clásicos y modernos a la vez. Apunten todo esto a los factores que convierten a Daredevil en un título interesante.
La sorpresa, con matices, llega por lo que ha conseguido Mark Waid. Bregado en mil batallas, Waid ha conseguido el que probablemente sea su mejor trabajo en un momento de su carrera en el que quizás ya sólo esperábamos obras medio correctas. Si bien es cierto que rara vez ha escrito un tebeo malo, también lo es que lo suyo era mantener una discreta eficiencia. Nada parecía augurar que le pudiese restar protagonismo a los Brubaker, Remender, Fraction o Ellis, la Champions League marveliana, los chicos que hacen los tebeos de superhéroes que gustan a la gente que ya no lee tebeos de superhéroes.
Cuando Waid heredó Daredevil de un Ed Brubaker que había echado el resto con el personaje, su primera decisión fue cambiar de tercio y darle al justiciero de Hell’s Kitchen un tono luminoso e incluso optimista. La idea ya había sido trabajada con anterioridad, la última ocasión en una etapa con Joe Kelly injustamente olvidada y tenía sentido, en tanto que poco más podría haber añadido al tono y propuesta de Brubaker. Admito que los primeros compases de este Daredevil de Waid no me impresionarion y, desde luego, no me parecía que apuntasen a lo que ha acabado siendo el título en manos de este nuevo equipo.
La autobiografía de Matt Murdock es el cierre perfecto a una etapa. Por una parte, supone a consolidación de una nueva época para el personaje, que intenta acoplarse a una nueva realidad en la que todo el mundo sabe que Matt Murdock es Daredevil y en la que, en cierto modo, quizás no tenga mucho sentido llevar una máscara. Hay una cierta sensación de estar presenciando el cierre de una etapa, con la inherente necesidad de atar cabos sueltos. Sin embargo, ello no impide que haya espacio para casi de todo. En este volumen final hay aventura, misterio y sorpresa. Hay un toque de humor, giros inesperados, flashbacks, grandes decisiones, emoción y viejos conocidos. Todo lo orquestado con soltura y solvencia y puesto en papel de manera primorosa por un Chris Samnee que cada vez deja más claro que es mucho más que un admirador aventajado de Alex Toth.
Es poco menos que imposible no devorar las muchas páginas que componen este volumen final del Daredevil de Waid y compañía. Y como ocurre con las cosas que hacen disfrutar, es inevitable que nos de un poco de pena despedirnos de algo bueno.
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