En Crónicas de la era glacial, Jiro Taniguchi sorprende a unas alturas que no esperábamos. Lo hace, en primer lugar, porque tras empezar su serialización en la lejana revista Shonen Mangazine, creo que pocos esperaban a estas alturas su conclusión. Pero sorprende, sobre todo porque el maestro de lo cotidiano, el gran apasionado de la naturaleza y lo salvaje se adentra en el territorio de la ciencia ficción.
Crónicas de la era glacial es una obra totalmente heredera de su tiempo. Hay mucho Metal Hurlant y mucha ciencia ficción europea de los últimos setenta y primeros ochenta. Hay, desde luego, un más que evidente ramalazo de Atmósfera Cero. Taniguchi se imagina un planeta tierra sepultado en hielo y nieves eternas, en el que la humanidad sobrevive de manera gris y un tanto monótona, ya sea desde el abrigo de la tecnología en ciudades y complejos mineros o expuestos a lo más crudo de la naturaleza en un exterior completamente despiadado.
El autor despliega su característico dibujo altamente preciso y detallado, de una perfección casi insultante, para dar vida a una compleja fantasía de vehículos de fantasía, bestias imposibles y misteriosos vestigios del pasado. Oculto bajo un envoltorio que mezcla la fantasía con lo místico, encontramos a un Taniguchi familiar, el de los personajes que buscan escapar de la angustia vital enfrentándose a desafíos superlativos. En el fondo, hay en Takeru un apunte del poso de amargura que puebla la existencia de los protagonistas principales de La cumbre de los dioses o El rastreador. Si uno echa la vista atrás, el mangaka cuenta con un amplio catálogo de personajes incómodos con el lugar que les ha tocado, inquietos ante su papel en la vida. Takeru no deja de ser uno de ellos, enfrentado en esta ocasión a retos fabulosamente trascendentales.
En Crónicas de la Era Glacial, Jiro Taniguchi enlaza atmósferas y situaciones con unos cambios de ritmo impecables y ejecuta con gran precisión los cambios de escena. Sabe ser dramático cuando es necesario e incluso se permite el capricho de meter algo de espeleología (una de sus pasiones) de manera que no cante demasiado. Ha derrochado minuciosidad en el diseño de un mundo para el que ha imaginado tecnologías, teología e incluso fauna, y ha sabido tomar elementos notables del momento que vivía la ciencia ficción de la época, con ese tono solemne y un tanto fatalista que ha hecho que o bien haya llegado a nuestros días convertida en referente, o bien haya envejecido fatal, según casos.
Todo ese mix y la manera de hacer de Taniguchi (también, no nos engañemos, el respeto reverencial a un autor que se ha ganado esta consideración a pulso) hacen que este primer volumen de Crónicas dejen una excelente impresión y generen grandes expectativas para el segundo, que concluye la obra.
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