Tanto en la historia como en la literatura y el audiovisual existe una fascinación por los conflictos entre familias. En su condición núcleo social fundamental, el vínculo de sangre que trasciende las diferencias individuales y el inevitable choque entre clanes rivales cuando los intereses y aspiraciones de poder y dominación confluyen han llenado miles de páginas y horas de pantalla. Desde Juego de Tronos a Dune, pasando por ejemplos tan alejados entre sí como Romeo y Julieta y el universo Battletech o gran parte de los culebrones y westerns más celebrados, la identificación visceral con la familia ha traido algunos de los momentos literarios e históricos más apasionantes.
A Greg Rucka le llamó la atención el hecho que dos terceras partes de los recursos y la riqueza del planeta estén en manos de menos de un centenar de familias y, a partir de este dato, ha decidido construir una saga ambientada en un futuro cercano y distópico en el que un puñado de familias se reparte el mundo.Rucka plantea un futuro quizás no tan descabellado en el cual los recursos básicos son un valor extremadamente valioso y escaso y en el que la pirámide social se ha polarizado radicalmente. Una selecta casta dirigente que se rodea de una selecta minoría de siervos cualificados (soldados, científicos…) y exprime a una inmensa mayoría de pueblo llano que vive en la miseria, los denominados como «sobrantes». Cada familia cuenta con su escudo de armas y casi todas con su propio campeón, su lazarus, un ciborg prácticamente inmortal de inquebrantable lealtad a la familia. En Lazarus, la personaje principal es Forever Carlyle, la «lázaro» de la familia Carlyle, que domina la mayor parte de los Estados Unidos. A lo largo de este volumen inicial, Greg Rucka consigue que nos hagamos una idea clara de las luchas de poder dentro de la familia, al mismo tiempo, se permite desarrollar tramas paralelas que nos dan a conocer más detalles del complejo y ambicioso universo creado por el guionista. En las páginas de este tomo introductorio, Rucka consigue un equilibrio envidiable entre acción, ciencia-ficción y culebrón familiar tipo Falcon Crest. El guionista encaja las piezas que nos permiten entender la realidad que nos describe y, al mismo tiempo, va dibujando los matices de Forever Carlyle, que este primer arco argumental tan solo atisba. En estos tiempos fast food, cabe advertir que Lazarus es una serie de cocción lenta, en la que hay mucho que contar y desarrollar, por lo que se impone no tener prisa. Seguramente los lectores de la saga Juego de Tronos sabrán de qué hablo.
En el apartado gráfico nos encontramos a un Michael Lark en el que quizás sea el mejor momento de su carrera. Lark, que ya era un buen dibujante cuando coincidió con Greg Rucka en Gotham Central, creció a pasos agigantados en su paso por Daredevil y despliega en Lazarus todo su buen hacer, añadiendo un trazo mucho más vibrante y flexible de lo habitual, que acompaña a su sobria pero efectiva manera de desarrollar una historia. Las características de la serie hacen que se trate de un proyecto muy exigente en el que no basta con ser detallista y convincente a la hora de dibujar tecnología, coreografiar con acierto las escenas de acción, dotar de expresividad a las conversaciones o retratar de manera convincente un desolador pero cercano futuro, sino que hay que hacerlo todo a la vez. No estoy convencido de que haya muchos artistas capaces de conseguir todo ello manteniendo un conjunto equilibrado y, desde luego, Michael Lark es uno de ellos. Por cierto, atendiendo a lo arriba expuesto, sería injusto obviar el excelente trabajo realizado por Santi Arcas a cargo de los colores de la serie.
Lazarus es una de esas series que transpiran un entendimiento total entre guionista y dibujante. Personalmente, me seduce la idea de la serie y me gusta la apuesta por un formato de larga duración y desarrollo sin prisas frente al cortoplacismo imperante. Además, me resulta muy interesante ver cómo un sello como Image está apostando abiertamente por autores que abordan el género de ciencia-ficción desde diversos ángulos (Ciencia Oscura, Trees o Low son buenos ejemplos) y series con protagonistas femeninos alejados de los tópicos hipersexualizados (ahí están Velvet y, de nuevo, Low), una diversificación de lo más saludable.
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