La sangre extraña es una obra larga de Sergi Puyol, dibujante e ilustrador cuya trayectoria recorre la última década en fanzines, antologías y webcomics. Con un estimulante concepto de la ficción como contenedor desprejuiciado de referentes y pulsiones, el autor añade a su propuesta gráfica lo que algunos definen como tono. Yo prefiero identificarlo como carisma.
La sangre extraña: Shojolov, Linklater y mucho más
La sangre extraña toma como punto de partida un pasaje críptico del novelista ruso Mijail Shojolov para tejer un relato. Éste busca subvertir situaciones y personajes cotidianos con dosis pertinentemente calculadas de delirio Lynchiano. El MacGuffin abiertamente gafapasta que elige Puyol es, en el fondo, un útil juguete que permite al autor construir posibilidades y anticipación.
Los colores planos y el estilo juguetón de Sergi Puyol son un argumentario base a partir de los cuales el catalán demuestra un intenso dominio de la historieta. Un par de destellos en forma de vertiginosos cambios de diseño de página, ahora cuatro, ahora seis, ahora una docena larga, solucionan en un pispás ese halo de misterio. Esa incomodidad de no saber exactamente qué está pasando, que invitan a pasar una página tras otra.
Demostrada la soltura en lo referente a la composición, Puyol hace lo propio a la hora de descomponer códigos, esquemas e incluso figuras. Un ejercicio nada caprichoso que, en el momento preciso, apuntalan la pizca de vértigo necesaria para una historia millennial de herencia hitchockiana. El autor, sabiamente, incorpora un par de intrahistorias tan epatantes como coherentes..
Slacker millennial
Hay, además otros muchos detalles de autor, en el buen sentido de la palabra. Uno es la encantadora costumbre de utilizar en los textos de apoyo un lenguaje literario y, a veces, rimbombante. Un interesante modo de marcar una voz narradora en un relato protagonizado por gente corriente, donde la tentación de explotar el lado coloquial es fuerte.
Más allá de eso, destaca un tratamiento de los personajes. Si no nos dejamos llamar por lo colorido de sus nombres, no cuesta demasiado adivinar al protagonista como un sosias del propio Puyol. Sus dejes y maneras, fácilmente atribuibles a conocidos o a nosotros mismos, permiten una inmersión óptima en este pequeño gran ejemplo de suspense slacker.
La bonita y cuidada edición de La sangre extraña, un portento de cariño y dedicación por parte de una editorial pequeña como Apa Apa, es un merecidísimo receptáculo para una obra que, con su aire casual y su puntito vacilón, marca el paso con precisión suiza.