A estas alturas de la película no seré yo al que pillen discutiendo sobre las bondades o defectos de un dibujante como Alex Ross. Llegado el momento, creo que se trata de un personaje al que o se le ama o se le odia. Es difícil quedar indiferente ante su modo de visionar el cómic, con su desmedido interés por la épica y el fotorrealismo (por contradictorio que pueda resultar asociar ambos términos). El caso es que, tanto para aquellos que consideran al dibujante de Marvels y Kingdom Come como un maestro como para aquellos que ven en el un oportunista pintor de postalitas, aquí va un ligero repaso a su más reciente obra publicada en nuestro país.
Al Alex Ross de Marvels y Kingdom Come, precisamente, hace tiempo que le perdimos la pista. No porque haya cambiado su modo de proceder, ni mucho menos, ni porque se haya pasado a la tina china y el blanco y negro. A ese dibujante lo dejamos atrás porque, desde hace unos años, además de posters espectaculares y portadas aquí y allá, Ross está empeñado en un repaso de los grandes nombres del Universo DC para su mayor gloria y, sobre todo, lucimiento. Así, después de Superman: Peace on Earth, de Batman: War on Crime, de Shazam! Power of Hope y de Wonder Woman: Spirit of Truth le llega el momento de unir a todos ellos y algunos más en este JLA: Justicia y Libertad una novela gráfica que, en cierto modo, cierra el círculo de una estrecha colaboración con el guionista Paul Dini que lleva arrastrando más de un lustro de proyectos especiales.
Por si no queda claro, estos títulos han sido, básicamente, un modo de dar continuidad a un dibujante tan inclasificable como Ross, al que la industria mima y da de comer aparte en Estados Unidos pero que ni tiene ni tendrá la consideración de gran artista por parte de mucha de la crítica y gran parte de la profesión. Un tipo para el cual entregas mensuales y tebeo con grapa son conceptos lejanos y ajenos. Sentados los parámetros, queda claro, pues, que toda esta batería de proyectos han sido, básicamente, trajes hechos a medida para este controvertido artista. Para ello, se mire por donde se mire, se le ha relacionado con un guionista competente pero dócil como Paul Dini. Un tipo que sabe lo que hace pero destaca mucho menos que Kurt Busiek y Mark Waid en sus momentos de mayor megalomanía, porque lo suyo son el sota-caballo-rey, las historias que funcionan y se leen de un tirón. Ahí está su trabajo para el Batman animated. Se trataba, en definitiva, de dotar a Alex Ross de un escriba que le diese poca guerra y muchas facilidades, y se ha conseguido. Porque en JLA: Justicia y Libertad, Dini no se calienta la cabeza y nos ofrece una historia al uso. Una amenaza alienígena (o “aliena”, según algunos. Un tirón de orejas al corrector de textos) arquetípica en la que hay poco lugar a la sorpresa. Si has leído tres tebeos de superhéroes de entre los sesenta y los ochenta, sabes perfectamente cómo se va a plantear todo el asunto y como va a acabar todo el pastel. Descartada la mínima insinuación de verdadera tensión, el dilema ético que se presenta a la Liga al tener que emplear medios que atentan contra la Libertad para poder administrar la Justicia y salvar a la Tierra. Como digo, todo bastante poco arriesgado y fácil de digerir. Suficientemente cósmico y épico, eso sí, como para que Alex Ross se emplee a fondo en lo suyo, en mostrar más que en narrar, en representar más que en desarrollar, en los grandes momentos y en las grandes poses, aunque no siempre estén justificados. Y en eso triunfa verdaderamente JLA: Justicia y Libertad. Es un tebeo perfecto para demostrar lo que puede dar de sí el artificio y el espectáculo en un cómic, de lo estudiadamente epatante y formalmente perfecto -desde el punto de vista de la ficción “realista”, válgame, de nuevo, la contradicción- que puede llegar a ser un tebeo de superhéroes sin que sea necesario que pase por el cine, la tele o los videojuegos. Este se convierte en un tomo perfecto para que alguien que no tiene ni idea de qué es la Liga de la Justicia obtenga cuatro pinceladas básicas y de vívido color sobre el supergrupo y lo que supone, quedándonos sólo con el tuétano de lo que se supone que es ser un superhéroe, pero uno de los buenos de verdad. Un ejercicio de abstracción -involuntario, me temo- que sin duda contentará a los seguidores de Alex Ross, que cumple perfectamente en las librerías generalistas a la hora de presentar al superhéroe como producto chic y aceptable de cultura popular y, por lo demás, una historia de el bien venciendo al mal como se ha contado en miles de tebeos pero, eso sí, con una carrocería mucho más molona.
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