Bienvenidos a Ice Haven, un típico pueblo de provincias en el que, como casi siempre, nada es lo que parece. Es también la excusa para que Daniel Clowes desarrolle su particular Vidas Cruzadas que, en realidad, es mucho más. Porque, a través de las múltiples historias y personajes de este peculiar lugar, el autor cruza y entrecruza técnicas, inquietudes, modos y maneras. Desde el homenaje a las tiras dominicales (¡con aire vintage y todo!) protagonizadas por el pequeño Charles, hasta las reflexiones claramente personalistas de un sosias del propio Clowes como Harry Naibor, todo funciona de manera prodigiosamente orquestada a lo largo de las páginas de esta novela gráfica que, además, viene presentada en un formato apaisado poco convencional, sin que ello signifique cortapisa alguna al potencial narrativo. Más que nunca, al referirnos a Clowes, es preciso hablar de innovación de búsqueda de nuevos caminos a partir de senderos ya recorridos. Frente a la sobriedad de trabajos como David Boring o Como un guante de seda forjado en hierro, Daniel Clowes desata sus ganas de experimentar y, por qué no, su ambición en el sentido más audaz de la palabra. El espíritu coral de esta obra permite que el autor desarrolle todo tipo de registros, desde la daily strip ácidamente infantil hasta las desasosegantes relaciones humanas tan marca de la casa, ya sea a través de freaks solitarios, con Random Wilder, narrador y patético poeta, matrimonios o jóvenes, como Violet, adolescente enamorada.
El caso es que, convertido en señor todopoderoso de su propio pequeño territorio, Clowes juega en las páginas de Ice Haven a su propio show de Truman en el que tanto le da embutir la remota historia de un asesinato como la realidad actual de un desconcertante secuestro. Todas ellas son solamente magníficas excusas para que el dibujante le de una vuelta de tuerca más al estudio y descripción del absurdo de la personalidad humana, a través de los mecanismos que ya le conocemos, oh sorpresa, abandonando la morosa pero embriagadora sobriedad formal a la que nos tiene acostumbrados desde casi siempre. Ice Haven es una obra divertida, agridulce, entrañable y cabrona, una pirueta magistral que sólo podríamos esperar de un acróbata como Daniel Clowes.
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