Hace años en mi más tierna juventud periodística tuve la oportunidad de curtirme como crítico de cine en un fenecido periódico y una igualmente fenecida cartelera semanal valencianos (sí, lo sé: el patrón es preocupante). Durante años me dediqué a ver dos y hasta tres películas de estreno semanales. Al final del año había visto una gran cantidad de ellas olvidables, tres o cuatro verdaderamente buenas y puede que una docena correctas. Para mí fue un ejercicio de inmersión muy saludable, ya que me permitió valorar aspectos que generalmente se denostan como son la corrección, un desarrollo competente o la capacidad de entretener. Me sirvió para entender que hay vida más allá de las obras maestras es más: que no todas las obras tienen por qué serlo.
Con esa premisa entro a valorar este tomo de Capitana Marvel. Aunque parezca mentira, estamos en un momento en el que es noticia que una de las dos grandes editoriales de superhéroes publique una serie bien escrita y bien dibujada. En la era de la superprofesionalización, en la que hay mas dibujantes y guionistas que nunca, cuesta horrores, paradójicamente, encontrar un equipo creativo que pueda entregar algo disfrutable y entretenido sin más.
Capitana Marvel convierte sus sencillez en una virtud. Kelly Sue Deconnick impregna a esta aventura cósmica de un saludable sentido del humor y de una entrañable cercanía. Carol Danvers, si le quitas toda la parafernalia pijamera, no deja de ser una treintañera que vive en una gran ciudad (aunque sea en la Estatua de la Libertad en vez de en un apartamento) que no acaba de encontrar su sitio. Y, al fin y al cabo, ese tipo de cosas fueron las que hicieron que a la gente le interesase lo que le pasaba a un tal Peter Parker o que siguieran con pasión el camino de venganza del abogado ciego Matt Murdock. Además de eso, la serie mantiene ese tono desenfadado que tanto se agradecía, por ejemplo, en la película de los Guardianes de la Galaxia (quienes, por cierto, son estrellas invitadas de este tomo), así como esa querencia por los diálogos ágiles y el running gag. Fuera posturitas de cartón piedra y trascendencia de garrafón.
Para que todo esto funcione resulta fundamental el trabajo de David López. Aviso de antemano que me cuesta mucho ser imparcial con David. Tenemos casi la misma edad y le sigo practicamente desde su etapa fanzinera. Le he visto crecer como artista desde que se entregase a aquella locura indie postadolescente que era Espiral hasta su salto a EE.UU. En Capitana Marvel, David plasma un guión que se ajusta como un guante a su manera de escribir, y se nota. El que el dibujante se encuentra en un excelente momento creativo se puede ver a las claras en su dominio de las expresiones, su buen hacer en las escenas de acción y en su equilibrio entre sobriedad y estilo juguetón. En una serie así es muy fácil para un dibujante caer en la tentación de «ponerse cósmico» y grandilocuente, pero David no se deja llevar por el despiporre de aliens y naves espaciales y mantiene su pulso tranquilo y firme. Eso en mi pueblo se llama seguridad en si mismo y claridad de ideas, conceptos que no siempre se pueden dar por sentado en un proceso creativo. Además de todo, dibuja gatos como nadie. ¿Cuando fue la última vez que te llamó la atención lo bien que estaba dibujado un gato en un tebeo de superhéroes? Pues eso.
Dejar una contestacion