Reseña de Relatos de Sabu e Ichi de Shotaro Ishinomori

Shotaro Ishinomori está considerado como uno de los padres del manga moderno. Fue asistente de Osamu Tezuka y, a lo largo de los 30 años de carrera previos a su muerte en 1998 a la edad de 60 años, dibujó más de 120.000 páginas de manga y creó al popular Kamen Rider. En nuestro país ya habíamos podido leer otra de sus obras, Musashi,  y ahora llega  Relatos de Sabu e Ichi, que fue serializada originalmente entre 1966 y 1972 y contó con versiones animadas y de acción real.

Relatos de Sabu e Ichi es una obra ambientada en el Japón feudal y protagonizada por un joven investigador y un veterano espadachín ciego. Su formato plantea en cada episodio un crimen, generalmente un asesinato envuelto en multitud de interrogantes, que la atípica pareja de investigadores se encargará de resolver, ya sea mediante ingenio o espadas.

En realidad, este formato tan aparentemente cerrado y limitador acaba por ser un sencillo y efectivo envoltorio dentro del cual Ishinomori despliega una gran riqueza de matices, tanto argumentales como gráficos. Cada uno de los episodios permite, por una parte, aprender algo más de un periodo lejano y exótico. Es cierto que en nuestro país podemos disfrutar de una variedad de obras ambientadas en la edad de oro de los samurais, pero me atrevo a afirmar que Relatos de Sabu e Ichi muestra en cada una de sus entregas una mirada a usos y costumbres sociales que a mí personalmente me resultan de lo más interesantes. Hay, además, una marcada tendencia al diálogo interior que, como ocurre a menudo en el manga, varía de lo bello a lo pintoresco, pasando directamente por lo chocante.

Sin embargo, es en el dibujo donde Ishinomori demuestra una maestría que gana enteros si tenemos lo abultado de su producción gráfica. El autor suele asociar cada uno de los capítulos a algún elemento natural (árboles, viento, nieve mar, ríos…) y acaba por conseguir que estos pasen a ser un personaje más de la trama. Hay una calidad verdaderamente admirable en la capacidad de este mangaka para generar ambientes y describir espacios a partir de los cuales trabaja concienzudamente el desarrollo narrativo de cada relato. Esto, que supone un despliegue de talento en los arranques de capítulo, se acaba desatando en los desenlaces, donde suelen confluir una mayor carga dramática con escenas de acción. Es allí donde acaban fundiéndose los elementos ambientales con los personajes y donde el autor se desmelena, demostrando una capacidad espectacular de transmitir sensaciones de dinamismo, confusión y adrenalina a través de interesantísimas planificaciones de página. Todo ello lleva un paso más allá el estilo decididamente clásico en lo referente a dibujo de personajes y expresiones donde muchos otros autores, enfrentados a sus respectivas obras-río, habrían primado una fórmula mucho más estándar de facturar sus historias.

Relatos de Sabu e Ichi es una interesante obra que nos recuerda la apabullante cantidad de grandes mangas que nos quedan por disfrutar.

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