La edición en España de Un océano de amor, de Wilfried Lupano y Grégory Panaccione por parte de Random House Mondadori supone un perfecto ejemplo de la apasionante época que vive el mundo del cómic en España.
Galardonado con el premio FNAC Francia a la mejor novela gráfica 2015, el hecho que esta obra haya sido publicada por un editorial no especializada tiene todo el sentido una vez se navega por sus páginas. Me explico.
Un océano de amor utiliza el naufragio de un pequeño y peculiar pescador bretón como pretexto para mostrar las malas prácticas del ser humano en los mares y sus nefastas consecuencias. A lo largo de sus páginas desfilan pesqueros gigantes, petroleros, guardacostas corruptos, piratas y mares de residuos de plástico. Se muestra todo ello como pequeños eslabones de una pequeña cadena narrativa, ya que la historia en sí está planteada de una manera modesta aunque muy efectiva. El otro lado de la historia lo componen la esposa del marinero y la búsqueda que emprende ante la desaparición de este, y que da lugar a algún que otro momento entrañable y, en general, a un puñado de gags bastante potables. En ambos casos existe una idealización de la vida de la pareja en un pueblo de pescadores de los de toda la vida frente al imparable rodillo del progreso y la vida moderna. En la obra hay un más que evidente vínculo con el cine de animación. No en vano, el dibujante Gégory Panaccione cuenta con una larga experiencia en el sector (ha trabajado en series animadas como Totally Spies o Corto Maltés), y se nota. Se nota, más allá del trabajadísimo estilo cartoon, con mención destacada para el soberbio coloreado, por los detalles que hacen que la obra, pese a no utilizar diálogos, discurra de manera fluida, como es, por ejemplo, la gran capacidad comunicativa de los personajes tanto, dotados de una gran expresividad gestual. No resulta en absoluto descabellado imaginar Un océano de amor como un storyboard superelaborado de una película de animación.
Si reunimos todos los componentes de esta novela gráfica, tanto en cuanto a mensaje y tono como en el apartado gráfico e incluso viendo la cuidadísima edición (que incluye un inspirado prólogo de Paco Roca) encontramos un cómic perfecto para aquellos que habitualmente no leen cómic. Un tebeo que, probablemente, cuadra más en una demografía más amplia de gran superficie comercial que en los acotados confines de la librería especializada. Es por ello que afirmaba antes que, en mi opinión, tiene todo el sentido que haya sido una editorial no especializada la que haya decidido publicar Un océano de amor en nuestro país. Hagan el ejercicio de pensar qué editorial de cómics de nuestro país podría haberlo hecho. Quizás para muchos esto resulte algo anecdótico o, directamente una paja mental de servidor de ustedes. Por supuesto, es una reflexión que no supone merma alguna en la calidad de una obra que, legítimamente, busca llegar a un público amplio (se supone que una parte del cómic que se edita en Francia sigue jugando a eso). Simplemente, me hace reafirmarme en pensar que el cómic vive una situación muy especial en nuestro país.
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