El centenar de millones recaudado por Iron Man en su fin de semana de estreno ha hecho que se dispare, al menos momentáneamente, la euforia en lo que a proyectos cinematográficos marvelianos se refiere. Así, ya se anuncian inminentes adaptaciones de Thor y losVengadores. La blogosfera comiquera norteamericana ha acogido sin reservas la puesta de largo en la pantalla grande de cabeza de lata. Incluso alguno se ha atrevido a definirla como la mejor adaptación pijamera en la pantalla grande hasta la fecha. Con estas perspectivas uno no puede menos que preguntarse si es para tanto. Y la verdad es que, al menos un servidor, no lo tiene muy claro.
Iron Man cuenta, tal y como viene siendo habitual en los últimos tiempos en este tipo de producciones, con un catálogo de actores de primera fila ocupando los papeles principales. A estas alturas, creo que nadie va a dudar de la capacidad interpretativa deRobert Downey Jr., Gwyneth Paltrow o Jeff Bridges. En el caso del primero, además, se antoja acertadísimo el situarle como el playboy multimillonario y frívolo Tony Stark (lo de los problemas con el alcohol se ha obviado convenientemente, pero también le iba bien al papel, ¿no?). Por su parte, Jon Favreau no es un director que tenga un currículum envidiable, pero con estas cosas nunca se sabe. Ya desde un primer momento, todo está planteado para dejar bien patente la vida de exceso y grandilocuencia en la que vive el magnate armamentístico. Llevando el concepto metálico hasta los últimos extremos, la película se abre con AC/DC a toda pastilla como supuesta declaración de intenciones de lo que se promete como una cinta de acción hipervitaminada. Y si bien es cierto que la película comienza con buen ritmo, también lo es que vuelve a caer en el mismo error de todas las pelis de pijamas: la necesidad de dedicar gran parte del metraje a definir el origen (y, en menor medida, las motivaciones) del héroe. A mí este tema siempre me ha parecido un poco enervante. ¿Se imaginan que en cualquier película existiese la necesidad de conocer los recovecos, los orígenes de la vida del personaje principal antes de avanzar la trama? ¿Realmente es tan difícil despachar con flashbacks y otros recursos narrativos algo tan simple y repetitivo? Esto, insisto, es una pequeña manía personal a la que, invariablemente, parece necesario someterse cada vez que va uno a ver superhéroes en la pantalla grande. Más allá de ello, todo el proceso creacional del héroe discurre de una manera fluida (aunque, personalmente, creo que se podría haber encontrado una mejor solución que el personaje de Yinsen para detonar todo el asunto) con malos muy malos, una trama algo previsible pero bien orquestada y momentos de lucimiento para Downey Jr. a lo largo de las secuencias en las que va creando la famosa armadura. Se pasa convenientemente de puntillas sobre la presencia estadounidense en Afganistán y, en mi opinión, se consigue que Tony Stark, patriotero donde los haya, no resulte excesivamente cargante para el público más reacio a las proclamas americanistas, boutades a parte como la de la hamburguesa y la rueda de prensa. También, por otra parte, queda la sensación de una cierta rutina a la hora de abordar el ligerísimo asomo de romance entre Stark y Pepper Potts. Esta subtrama y un par de pasajes más hacen que el ecuador de la cinta se me hiciese algo aburrido, retomando el pulso poco después, coincidiendo con el génesis oficial de cabeza de lata como justiciero envasado al vacío. Faltaría más, todo el despliegue pirotécnico está a la altura, empezando por la armadura y acabando por el despliegue de lujo, tecnología molona y ostentación de los que hace gala el multimillonario protagonista. Tanto las secuencias de prueba como las de acción son llevadas adelante sin pegas. Quizás lo que se echa de menos es un poquito más de conexión con el espectador (todo se antoja demasiado teatral y fastuoso) para que la cosa no se quede en un estudiadísimo (y caro) festival de fuegos de artificio.
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