¿Queda algún aficionado veterano no sepa qué es la Cosa del Pantano de Wein y Wrightson? Me cuesta creerlo. El personaje que, con dos décadas largas de existencia a sus espaldas, ha sido protagonista de grandes sagas en manos de autores verdaderamente interesantes, pero también de épocas de un gris abrumador propiciadas por otros que no han sabido darle dirección ni sentido a una criatura que no siempre ha sabido sobrellevar la dureza de una serie mensual. En todo caso, es una buena noticia la llegada de este Génesis Oscura, complemento perfecto de la serie regular con guiones de Alan Moore que se edita actualmente en nuestro país. Ver cómo se puede tratar de manera destacable a un mismo personaje con modos bien distintos siempre resulta interesante.
La Cosa del Pantano primigenia, la de Len Wein y Berni Wrightson, es representante de un modo de hacer comics que ya no existe. Historias sin presión por la continuidad ni sus posibilidades de marketing. Narraciones exageradas y teatrales y un fuerte sabor a aventura, a misterio, a capacidad de asombro constantes.
La Cosa del Pantano se constituyó como el particular Prometeo posmoderno de un guionista que demostró en los primeros compases de esta serie una predilección por la literatura de terror clásica y un gran dominio de los mecanismos del relato de terror más tradicional y popular. Con esta base, la baza definitiva resultaría el trabajo gráfico realizado por Berni Wrightson. En un momento de evolución estilística más que evidente, Wrightson crece como dibujante página a página, no sólo entre la historia corta de presentación del personaje y su subsiguiente serie regular, sino entre número y número de la misma. Pese a determinados pasajes en los que la capacidad narrativa del dibujante demuestran una cierta rigidez, lo del “tío Berni” es un auténtico recital de poses memorables, monstruos tremebundos, escorzos imposibles y sombras acechantes. Un alarde que, en su versión en blanco y negro, editada hace décadas por Toutain, le generó una legión de seguidores acérrimos. Ver cómo se supera número a número en la creación de atmósferas irrespirables y detalladas pesadillas es, desde luego, un gran aliciente.
En color y con un formato más reducido (y una edición primorosamente cuidada, todo hay que decirlo), el resultado no desmerece aunque, ya se sabe que es difícil quitarse de la cabeza la impresión del “primer amor”. Un volumen para incluir en la biblioteca ideal de cualquier comicoteca que se precie.
Dejar una contestacion