En Cenit, María Medem toma como partida una anecdótica conversación entre dos amigos para desplegar un teorema alrededor del espacio, el tiempo y la realidad, en el que la autora se erige como dueña y arquitecta de un universo de bolsillo con el que juega a su antojo.
La artista, poseedora de un especial y evocador uso de la paleta de colores, se muestra como una cuidadosa orfebre de planos, escenas y secuencias. A golpe de pequeñas variaciones, de saltos de cámara y de cambios de perspectiva, Medem acierta a trasladarnos a un exótico paraje de difusos horizontes.
Se trata de un espacio en el que las leyes físicas juegan en el equipo de la sevillana y responden a su interés de evocar un ambiente onírico y consolidar una propuesta estética que, no obstante, nunca renuncia a un storytelling en el que priman el misterio y la ambivalencia.
El símbolo y el juego constante de colores y formas aporta una inquietud constante, y una estudiada confusión entre realidad y sueño, reforzada por un planteamiento visual que potencia a la perfección esas sensaciones.
La dimensión desconocida que María Medem crea en Cenit nos habla de una autora con una destacada capacidad para utilizar los cimientos narrativos del cómic y hackearlos para que aceleren, se detengan o vayan a cámara lenta, de tunear viñetas para plantear una sutil disrupción.
Cenit sirve para acabar bien alto un año en el que María Medem ha publicado dos trabajos interesantísimos como Satori (Terry Bleu) y Karate Zine (Último Mono) y se coloca cómodamente entre las mejores obras publicadas en España en todo el año.