Asylum de Javier de Isusi invita a una pequeña reflexión. Hace unos años, no muchos, la utilización del cómic con fines didácticos o educativos o su integración como el utilísimo medio para contar historias que es se realizaba casi siempre de espaldas a los propios profesionales.
Seguro que se nos ocurren un buen puñado de ejemplos de empresas, diputaciones y organismos diversos que han querido utilizar la historieta como herramienta comunicativa. Esto, intrínsecamente no tiene nada de malo. Tan solo hay que ver, por ejemplo, lo asimilado que está este uso en Japón.
El problema de este tipo de materiales casi siempre ha sido que se ha dejado en manos de gente que o no conocía cómo funcionaba un cómic o no tenía ningún interés en ofrecer un trabajo estimulante y de calidad. El resultado, casi siempre, eran engendros inclasificables o, sencillamente, obras sin ningún tipo de alma. Afortunadamente, esto es algo que viene cambiando durante los últimos años. Así, solo hay que ver las colaboraciones de Max, Altarriba, Keko o Álvaro Ortiz con museos como el Prado o el Thyssen o iniciativas como Viñetas de Vida, de Intermon-Oxfam o este mismo Asylum, por iniciativa de CEAR Euskadi y que ahora reedita Astiberri en cartoné, también con fines solidarios.
De Isusi traza una historia en la que se entrelazan con acierto la actualidad y el pasado. Si en su celebrada He visto ballenas el autor jugaba a un vidas cruzadas con el terrorismo de fondo, en esta ocasión nos invita a fijarnos en una realidad bien distinta pero igualmente poco complaciente.
Las visitas a una familiar alojada en una residencia para mayores da punto de partida en el que esta rememora sus vivencias durante la Guerra Civil intercaladas con las historias de tres inmigrantes a los que ha decidido alquilar su piso. El exilio y posterior detención en condiciones terriblemente precarias de miles de españoles en Francia y la huida obligada a otros países para evitar represalias franquistas es un episodio no tan lejano que, curiosamente, parece que no nos ha servido para empatizar con el drama que viven cientos de miles de personas en la actualidad. Quizás porque gran parte de la sociedad española, incluidas sus instituciones, siguen empeñadas en correr un tupido velo sobre la huida forzosa de los republicanos españoles, a muchos les resulta difícil establecer paralelismos.
De Isusi realiza una muy cuidada labor a la hora de retroceder al periodo de la Guerra Civil. Su repaso a los terribles bombardeos, las incertidumbres y el éxodo hacia Francia exudan una contenida emotividad que no da rienda suelta en ningún momento a un tremendismo que habría estado totalmente justificado. A nivel personal, las imágenes que más impacto me han causado han sido las del campo de prisioneros de Argelés. Mi abuelo paterno fue uno de los miles de retenidos allí y me ha resultado escalofriantemente fidedigno ver cómo las viñetas del autor bilbaino reflejaban con tanta precisión aquellos detalles que mi abuelo había narrado a mi familia.
Tanto o más terrible resulta ver cómo ocho décadas después la historia se repite en otras zonas del mundo. La explotación sexual o la homofobia en África o la ausencia de libertades en América Latina desfilan sin concesiones personificadas en la figura de tres inmigrantes cuyas historias corren en paralelo a través de las páginas de Asylum, cuyas realidades son mucho más complejas de las que estamos acostumbrados a ver por televisión. De nuevo, de Isusi mantiene una distancia adecuada.
Hay, por supuesto, un interés subyacente ejemplificador. Sus protagonistas son tipologías marcadas de refugiados muy diferentes que sirven al propósito de CEAR Euskadi de mostrarnos una realidad que muchos desconocemos. Ello, sin embargo, no impide que, más allá del símbolo, haya unos personajes desarrollados y una historia cuidada al detalle, una proximidad que tiene que convivir necesariamente con detalles llamémosles tópicos (a falta de una palabra mejor) pero no se revuelca en ellos.
Con su correcta dosificación de tiempos, con su inteligente juego de colores para diferenciar pasado y presente, de Isusi va solapando historias para que, por su propio peso, los lectores vayamos extrayendo conclusiones. Habrá quien discuta la conveniencia de una historia que toma como partida hechos reales para sostener su veracidad y que, claro, cuenta con personajes inventados que permiten al autor conducir la historia por donde mejor le conviene. Quizás a alguien no le convenza la manera de hacer confluir las cuatro historias y el mensaje de esperanza y algo buenista que enarbola Asylum.
En mi opinión, sí que nos encontramos ante una obra que consigue doblemente cumplir su función informativo-educativa a través de un cómic ejecutado con soltura pero, lo que es más importante, también con corazón. Javier de Isusi no solo es un artista solvente, sino que también hace gala de una prudente profilaxis a la hora de exponer hechos sin emitir juicios sin que ello se traduzca en frialdad. Sus últimos trabajos le convierten en un interesante observador y en un gran ejemplo de la posibilidades del cómic como medio mucho más allá de la ficción o el entretenimiento.