Siempre he pensado que uno de los mayores éxitos de un autor es conseguir amplificar algo íntimo de manera que logre empatizar de manera amplia y sin ambages.
La casa es una novela gráfica que Paco Roca comienza a partir de la muerte de su padre. Sin ser un cómic estrictamente autobiográfico, el autor va sembrando a lo largo de las páginas de la obra suficientes semillas como para que tengamos claro que ha puesto bastante más de lo que un autor suele trasvasar a su trabajo.
En La casa, la muerte de un padre reúne a tres hermanos muy diferentes en una casa de campo alrededor de la cual ha orbitado gran parte de sus vidas. Uno a uno les vamos conociendo, tanto en la actualidad como a través de unos flashbacks que nos permiten entender mejor la relación con su progenitor y con la casa y, en cierto modo, los pasos que les han llevado a ser como son.
Roca, de nuevo, consigue ir dotando de pequeños rasgos a cada uno de los personajes que les confieren de una dimensión que les eleva más allá del arquetipo. Al progre, el manitas o la rebelde acabas por llamarles por el nombre de pila. La capacidad del autor de mostrar con tan solo un par de viñetas rasgos de personalidad de sus protagonistas ya resultaba virtud fundamental de obras suyas anteriores como Arrugas. Lo mismo se puede decir de la manera tan inteligente con la que convierte pequeños detalles en elementos significativos. Fíjense, si no, en el sombrero de paja, el árbol mustio o la pérgola.
La casa habla de cómo que un padre se vaya para siempre es, en cierto modo, la muerte del propio pasado y de los recuerdos. También de cómo ha cambiado la manera de vivir y e interactuar de las familias españolas. Es difícil que alguien que tenga treintaipico años o más no encuentre una cierta cercanía con lo que se nos cuenta en la obra. Esto en si mismo no tiene por qué ser un mérito. De hecho, si no está bien gestionado, puede convertirse en una trampa. Paco Roca, con su dibujo limpio y detallista, con esa minuciosidad que consigue transportarte y casi palpar la casa de veraneo y su pequeño huerto, con su narrativa sólida asentada en muchos años de trabajo y dedicación y, por fin, casi una década de éxitos, no triunfa en La casa porque cuente una historia entrañable, con unos personajes entrañables y un tono igualmente entrañable. Roca desde, mi punto de vista, hace que La casa sea una gran obra porque, más allá del notable envoltorio, del estupendo color, de la preciosa edición, consigue que sea un tebeo con alma, sincero y cercano. Qué quieren que les diga, una cosa es facturar un tomo que quede bien en grandes superficies y llame la atención, un poco esa plaga que ahoga al desarrolladísimo mercado de nuestros vecinos del norte, y otra, muy diferente, que estas armas se utilicen para parir un tebeo desde las entrañas, como es el caso.
En su carrera de fondo por confeccionar un catálogo impecable, Paco Roca vuelve a enganchar a través de la emoción serena, como una canción que te despierta recuerdos de todo tipo y una media sonrisa en un día de playa.
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