En un panorama editorial donde diferenciarse de la inmensa oferta en muchas ocasiones no depende en absoluto de la calidad de las obras, tiene más mérito aún la carrera de fondo que lleva a cabo Ed Brubaker. El guionista, cerrada su etapa como empleado de otras editoriales, celebra su total libertad creativa prosiguiendo con su revisitación de los géneros clásicos de la cultura popular que le apasionan. Al noir de Criminal y el horror pulp de Fatale se le une ahora Velvet, un sentido homenaje al género de espías y agentes secretos anterior a Wikileaks y Edward Snowden. El proyecto lo completa un Steve Epting, con quien el guionista ya trabajó en Capitán América y el Soldado de Invierno, que viene a ocupar el puesto que durante los últimos años ha correspondido a Sean Phillips. Epting, un veterano sobrio y solvente, demuestra desde la primera página una total sintonía con el guionista estadounidense.
Velvet sitúa al lector en los años setenta, en plena Guerra Fría, y contiene todos los componentes que se podrían esperar de un género cuyas bases están establecidas desde hace décadas. Brubaker, sin embargo, plantea un giro con respecto a los típicos derivados de 007 situando a un personaje femenino, Velvet Templeton, como protagonista absoluto. Una mujer madura, segura de si misma y cargada de secretos y experiencias que la sitúa a años luz de la típica Moneypenny o chica Bond. Antes del gran final sirve para establecer las premisas de un personaje y su universo de manera fluida y trepidante. Brubaker hace uso de su sólida capacidad narrativa para, empleando acertadamente el flashback, poner al lector en contexto y, al mismo tiempo, recorrer de manera concisa y directa el periodo histórico comprendido entre la Segunda Guerra Mundial y los años 70. Del mismo modo, el diálogo interno en primera persona, otro de los recursos favoritos del guionista norteamericano, vuelve a ser un componente fundamental para dotar a Velvet Templeton de un tono diferenciado y resulta un apoyo fundamental que complemente a un desarrollo narrativo condicionado por la necesidad de acción incesante.
El volumen de presentación de esta serie funciona como una máquina bien engrasada, partiendo de unas premisas bien asentadas y construido a partir de un dibujo igualmente sólido. Steve Epting nunca ha sido un dibujante dado a grandes artificios y el hecho de trabajar en un proyecto en el que no haya personajes en pijamas de colores hace que se pueda volcar más que nunca en una manera de contar alejada de efectismos (algo que nunca se le ha dado bien). Su trabajo en Velvet puede parecer espartano a quien busque un dibujo grandilocuente, pero para un guionista como Ed Brubaker, que siempre trata de rodearse de artistas eficientes y cumplidores, Epting resulta ser un cómplice de excepción, que consigue una ambientación soberbia y que las páginas de este primer arco argumental transcurran con pulso firme y seguro. El conjunto de ambas mitades creativas forma una máquina bien engrasada de entretenimiento intriga y emoción.
Velvet es un nuevo paso adelante de Ed Brubaker como uno de los guionistas fundamentales del cómic norteamericano de la última década. Una serie que no sólo complacerá a los seguidores habituales del autor, sino que también saciará con creces a los amantes del género que disfutan con series de televisión como The Americans y esperan ansiosos la llegada de Daniel Craig en Spectre.
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