Niño prodigio, Michael Kupperman y el gran cómic

En Niño prodigio (Blackie Books) Michael Kupperman nos cuenta en cómo ha tenido la suerte o la desgracia de encontrar LA GRAN HISTORIA. El tema es que esa, que muchos pasan toda su vida buscando, ha estado esperándole en su propia casa. Y el protagonista de ella es su padre.

Niño prodigio: familia Kupperman y secretos

Niño prodigio cuenta un asombroso descubrimiento. El autor, a partir de un comentario aparentemente insustancial, descubre que su padre fue una estrella infantil. Un pequeño genio, que despertó primero devoción y luego ojeriza en la radio y la televisión de los años cuarenta y cincuenta en Estados Unidos. También cuenta cómo éste había hecho todo lo posible para olvidarse y hacer que otros lo olvidasen.

Un punto de partida potente, un relato por el que pasan estrellas del Hollywood dorado, novelistas, poetas y políticos. También una desoladora estampa de hasta tres generaciones de una misma familia destruidas por la falta de comunicación y la incapacidad para gestionar emociones y sentimientos.

Niño prodigio tiene todos los componentes de una gran novela americana. Así, Kupperman desarrolla un apabullante proyecto que va desde el terreno más íntimo hasta la esencia misma de la sociedad de los Estados Unidos. Un retrato de pulsiones y querencias, y de los cambios que todas ellas experimentan a lo largo de varias décadas.

La historia real de Joel Kupperman

Hay algo fabuloso en cómo la historia principal acaba envuelta en hechos históricos, consideraciones y anécdotas. En cómo presenciamos el esfuerzo bélico de una nación, el nacimiento de la televisión, y el despertar a una realidad de engaños y victoria del último país que ha creado y creído ideales hiperbólicos.

Como narrador omnisciente en esta obra, Michael Kupperman dosifica sus presencias y ausencias de manera muy valiente. Se enfrenta a sus fracasos personales sin buscar en ningún momento dar pena, llegando incluso a cuestionar la utilidad de lo que está haciendo.

El dibujo de trazo grueso e intensa mancha del artista es muy eficiente a la hora plasmar el tono general que elige Kupperman. Un acercamiento casi periodístico, en el que su parte de protagonismo es tratada con la misma distancia y neutralidad que el sinfín de momentos históricos que se retratan.

Contenida emoción

Kupperman trabaja con una cantidad de recursos muy contenida, y prima jugar texturas, patrones, repeticiones… Los distintos planos de una misma escena le sirven para lanzar sensaciones. La dosificación morosa de viñetas y textos de apoyo marcan una tonalidad y ambiente inconfundibles. Su capacidad de retratar a personajes célebres y, en particular, la multidimensionalidad que aporta la manera en la que aborda el retrato de su padre son todo un alarde. Y mas si tenemos en cuenta  la parquedad de su caja de herramientas.

Como casi todas las grandes historias (y esta lo es), Niño prodigio es un relato de descubrimiento personal, de disfunciones familiares y del inexplicable misterio que rige la vida de las personas normales. Un terreno que han explorado, con sus propios intereses y acentos, autores como Richard Ford a Emma Cline, Jonathan Franzen, Alison Bechdel o Nathan Hill, al que se une Michael Kupperman en su búsqueda de todas las respuestas.

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