Reseña de Creepy presenta Alex Toth

Hablar de un artista como Alex Toth equivale a recorrer la apasionante historia de un hombre que, tanto en las páginas de sus obras como en su vida, llevó hasta el extremo el hacer las cosas a su manera.

Un autor inquieto, en constante reinvención y que no paró de buscar un más allá en sus hallazgos artísticos, a menudo sacrificando la regularidad de asentarse en proyectos de largo recorrido. Toth dispersó su genialidad en brillantes fogonazos. El conjunto de sus obras es disperso y muchos argumentarán que carece de ese trabajo en mayúsculas con el que sí cuentan otros grandes autores.

Hasta hace relativamente poco, seguirle la pista a Alex Toth suponía enfangarse en una quimérica búsqueda de números sueltos de series olvidadas, de rebuscar historias cortas en revistas que hace años dejaron de editarse. Eso en EE.UU, en España la cosa era aún más dramática, con honrosas excepciones. Afortunadamente, el furor por las ediciones deluxe, en tapa dura y con papel bonito ha hecho que las editoriales tiren de fondo de armario hasta límites insospechados y ello ha hecho posible recuperar algunos de los trabajos del dibujante.

Uno de ellos es este volumen que recupera todo el material editado por las revistas Eerie y Creepy, de la editorial Warren, que llegaron a nuestro país de la mano de Toutain.

Eerie y Creepy recogían historias cortas de terror que, a menudo con una imaginación totalmente carente de prejuicios y un tanto descabellada, trabajaba el suspense con mayor o menor acierto para culminar en un inevitable y epatante clímax. Una fórmula marca de la casa garantía de entretenimiento con la que algunos autores quisieron conseguir algo más.

En el caso de Alex Toth, las dos diferentes etapas en las que trabajó para Eerie y Creepy le sirvieron como campo de pruebas para esa carrera hacia la excelencia en la que convirtió su trayectoria profesional. Los asesinos, monstruos y alienígenas que desfilan a lo largo de las páginas de este volumen no dejan de ser una pequeña excusa para que Toth ponga a prueba las posibilidades de un medio cuyas fronteras formales exploró y amplió de manera formidable a lo largo de su carrera. Es cierto que hay mucho más que un simple ejercicio de estilo en las historias que dibuja con sus propios guiones o con los de los siempre destacables Archie Goodwin y Doug Moench. También lo es que hay pequeños grandes momentos incluso en los relatos en los que su labor se limita entinta a otros dibujantes, algunos de ellos bastante menos talentosos que él.

Es posible que el formato de terror de Eerie y Creepy se haya quedado algo anticuado y hoy ya solo sea un pequeño capricho demodé. Quizás estas historias, pensadas para un papel de pulpa de baja calidad, desluzcan un poco (en el caso de la edición estadounidense, muchísimo) impresas en un papel «bueno». Todo ello no impide que este volumen sea una pequeña joyita para cualquiera que se tome más o menos en serio, y casi un manual de estudio obligatorio para dibujantes noveles.

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