Reseña de Sensación de vivir, de Mirena Ossorno

Mirena Ossorno debuta en el formato cómic de larga duración con Sensación de vivir. Antes, autoeditó el fanzine Sueño Samoano. Ha participado en el fanzine feminista Bulbasaur. También ha diseñado carteles y toallas de edición limitada y ha realizado ilustraciones. Mantiene un Tumblr auténticamente glorioso y una cuenta de instagram sencillamente fascinante.

Sensación de vivir es, para empezar, uno nuevo portento de la gente que mejor edita en España y parte del extranjero. Hay otros que publican más y a autores más potentes, pero la práctica totalidad de referencias publicadas por Fulgencio Pimentel son de una belleza sublime y, sobre todo, están adecuadas al milímetro a la obra y el autor. Es muy probable que algunas de las obras de su catálogo sean lo que son gracias a que el editor, en vez de encajarlas en un formato o colección estándar, ha sabido darles la forma que precisaban. Se supone que esto es lo que hacen los editores pero, oigan, tan habitual no es.

En este primer long play, Mirena Ossorno  describe las vicisitudes de un grupo de amigas jóvenes, modernas y actuales. Habla de bares, de drogas, de desamores y folleteos, y se cuenta todo desde el centro de todo ello, y no desde un estupendo palco con vistas. Ossorno presenta diálogos y situaciones con soltura y naturalidad. Hay, desde luego, una fascinación estética por unos determinados ochenta, por el Grupo Memphis y diversos referentes ciertamente en boga en esta era de constante revival. Hay también un gusto por ese noventeo chillón y cardado.  La autora fluye con seguridad a través de las páginas de un relato en el que la aparente superficialidad oculta un angst vital y la elección consciente de un hedonismo, en ocasiones desencantado, como modus vivendi.

Las mujeres al borde del ataque de nervios de Mirena Ossorno son pura espontaneidad, lo que no implica en absoluto que la que la obra que protagonizan lo sea. Al contrario. Solo hace falta fijarse en el mimo por el detalle, en el cuidado de ambientación y escenarios, en el estupendo trabajo de composición o en el buen gusto de un dibujo sintético y ambiental, para ver que, más allá de un envoltorio precioso y un título chanante, hay mucho trabajo (y muy bueno) en Sensación de vivir.

El cómic que vive en su corralito, en su zona de confort pequeña y mullida, peca  de demasiada solemnidad, demasiado golpe en el pecho, demasiada necesidad de adjetivar esto o lo otro como obra maestra y demasiado miedo a lo que se sale de lo común. El remilgo es enemigo del riesgo y de la innovación. Pensemos que, en su momento, los que leían al Capitán Trueno y Roberto Alcázar se descojonarían de Nazario, Max y y toda la tropa de El Víbora, pensando que eran unos mamarrachos. Por eso voy a aplaudir hasta que se me despellejen las palmas de las manos a autores como Mirena Ossorno. Porque ella y su trabajo son libres, son jóvenes y no respetan nada. No les preocupan los cánones, ni gustar a los cuatro que leemos cómics ni a los cuatro que escriben para los cuatro que leemos cómics.

Sensación de vivir es un tebeo sin ninguno de los complejos, miedos y rencores que lastran a muchos tebeos de la actualidad. Un cómic más cómic que muchísimos cómics y que, mira tú por donde, tiene todas las papeletas para ser más leído y apreciado por quienes normalmente no leen cómics. Porque, amigos, vivimos en un mundo pequeño y tronchantemente contradictorio.

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