Reseña de Capitán Victoria y los rangers galácticos

Desde hace décadas, existe una fascinación perenne por la figura de Jack Kirby y manera de entender las cosas. Dejando de lado su faceta como creador de personajes esenciales dentro del Universo Marvel, su aportación con cientos de páginas dibujadas a un nivel sencillamente magistral que abrió los ojos (y lo sigue haciendo) a decenas de creadores posteriores, Kirby, aún en el crepúsculo de su vida, mantuvo un ansia creativa que podría con todo.

El Capitán Victoria, serie de 13 números publicada a partir de 1981 por Pacific Comics, fue una de sus últimas obras y, probablemente, una de las menos conocidas para el público español. Las aventuras de este ranger galáctico nos muestran a un Kirby cuyo dibujo dista mucho de ser la explosión de frescura y pericia de sus obras de los años sesenta ni ese catálogo de exhuberancia gráfica de su Cuarto Mundo, los Eternos o 2001 en los setenta. Sin embargo, su visión de un futuro ya entonces algo aparatoso y pasado de moda sigue siendo subyugante, con sus rayos cósmicos, sus armas naves y vehículos imposibles. Esos detalles gráficos pero, sobre todo, esa grandilocuencia, el afan por contar historias épicas, espaciales, larger than life son las que aún hoy en día seducen a tantos lectores y autores y, por supuesto, son las que han inspirado la nueva versión del Capitán Victoria y los Rangers Galácticos.

Para la ocasión, Joe Casey se ha rodeado de un plantel sencillamente espectacular en el que se encuentran algunos de los dibujantes más especiales y talentosos de los que se puede disfrutar hoy en día en el cómic norteamericano: Nathan Fox, Jim Rugg (a quien conocimos en nuestro país por aquella Ángel Callejero), Farel Dalrymple,  Jim Mahfood, Benjamin Marra (sí, el de Sangre Americana), Nick Dragotta

Todos ellos dan nueva vida al Capitán Victoria y a su tripulación de rangers galácticos con una voluntad que va mucho más allá del homenaje. Joe Casey se encarga de generar una sencilla premisa que permite dar rienda suelta a un auténtico festival de referentes de la ciencia ficción, que incluyen guiños a Blade Runner, a John Carter y a lo más granado del género de películas del espacio. Hay por parte del guionista una pulsión constante por alimentarnos de una grandilocuencia, de una acción a patadas, de una épica desatada, que une con un hilo de platino la más rabiosa actualidad con la prodigiosa imaginación de Jack Kirby.

Casey nos ahoga con diálogos y más diálogos. Sus personajes escupen parrafadas interminables llenas de parafernalia tecnológica inventada que, en muchos casos, ni entendemos ni importan. Pero se trata de un peaje necesario, de un ingredinte esencial para que el gran circo cósmico ideado por Kirby siga con vida. Es un cimiento a partir del cual Nathan Fox y el resto de dibujantes que añaden sus pequeños capítulos en la obra liberan su energía. Porque si algo trnasmite este cómic, además de ilusión, de emoción, de efervescencia, es libertad. Igual que el Kirby viejo, el señor canoso que llevaba cuarenta años pegado a una mesa de dibujo y, sin embargo, mantenía intactas las ganas y la ambición de fabular universos lejanos e ignotos, aventuras sin fin, amenazas temibles, este grupo de dibujantes, modernos, estilosos y cool se contagia de esa fiebre y se permite desmelenarse sin miedo.

Es esa la mayor virtud de este Capitán Victoria y los rangers galácticos, la que hace que se trate de un tebeo que IMPORTA. Una obra que muestra cómo un legado puede transformarse y mantenerse reconocible, cómo se pueden tomar elementos sobradamente conocidos y meterles un turbo que los dispare hasta nuevas cotas. Un cómic en el que hay Kirby, mucho Kirby.

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