Reseña de Eternal Warrior 2: Emperador Eterno, de Greg Pak y Robert Gill

Emperador Eterno, segundo volumen de la serie protagonizada por Eternal Warrior, nos envía 2.000 en el futuro, a una tierra devastada que ha retornado a un estadio de barbarie pretecnológica. Gilad, el guerrero eterno, gobierna una comunidad de humanos que tiene que apañársela en un futuro postapocalíptico hostil en el que los vestigios del pasado acaban por ser más una maldición que una ayuda.

El renacer de la editorial Valiant ha supuesto una auténtica bocanada de aire fresco para el género de superhéroes gracias a la actualización de unos personajes que llevaban unos cuantos años fuera de circulación. La fórmula para no repetir anteriores errores ha sido meditar muy bien cada paso, ofrecer historias sólidas sin vender humo e intentar por todos los medios que los tebeo que publica la editorial resulten honestos, frescos y actuales.  La serie de Eternal Warrior es un buen ejemplo. Su premisa es lo suficientemente flexible como para poder operar en diversas líneas temporales, algo que en manos de un buen guionista puede dar lugar a historias interesantes. Así, este volumen deja atrás todo lo ocurrido en el arco argumental inicial de la serie y se centra en desarrollar una trama con reminiscencias de Mad Max, Los Inmortales y cosas así. Greg Pak, con extensa experiencia en universos superheroicos mucho más complicados como son los de Marvel y DC, apuesta por un planteamiento directo y sencillo que resulta francamente de agradecer.  Al no pretender vendernos la moto en ningún momento, el guionista arma un tebeo entretenido y sin complicaciones que, si bien transcurre casi por completo por un camino lleno de convenciones del género postapocalíptico, no es menos cierto que lo hace con un paso firme y decidido. Algo que beneficia y mucho al dibujante de esta obra, un Robert Gill con pocas horas de vuelo (su trabajo para Valiant y un par de números de Batgirl para DC constituyen su material más destacado) al que, sin embargo, poco se le puede reprochar. Gill resuelve de una manera correcta y funcional lo que se le pide e incluso apunta un comedimiento muy saludable y poco habitual hoy en día en un dibujante novato. Sin tomar atajos ni caer en efectismos, el autor narra de una manera pulcra y atractiva lo que se le pide.

Eternal Warrior personifica la clase trabajadora dentro del género de superhéroes, un entorno al que hace ya tiempo que perjudica la obsesión por intentar vender bisutería a precio de oro. Un cómic bien hecho y sin grandes pretensiones que proporciona una lectura amena. Y punto.

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