Reseña de Ladronzuela, de Michael Cho

Michael Cho

No voy a negar que tras leer las primeras páginas de este Ladronzuela, novela gráfica de debut del canadiense Michael Cho, acudieron a mí sensaciones similares a la primera vez que leí a Adrian Tomine. Y no es que Cho juegue a copiar, ni mucho menos, o que esta sea la única referencia familiar que se puede encontrar (hay mucho Darwyn Cooke en su dibujo), no. El tema es, más bien, que ambos autores comparten esa capacidad de captar con precisión el desasosiego de un cierto tipo de vida moderna.

En Ladronzuela, Michael Cho nos presenta a Corrina, una joven que vive en una gran ciudad y trabaja para una agencia de publicidad desde hace un lustro aunque su ambición siempre fue ser escritora. Corrina lleva una vida solitaria y algo gris, volcada en un trabajo exigente con el que no se siente realizada y que la sumerge de lleno en una realidad dominada por el consumo, la mercadotecnia y las marcas. Sus relaciones personales no van mucho más allá de su entorno de trabajo y las redes sociales se plantean como única vía de establecer contacto con alguien ajeno a su cerrado círculo. Su único acto de calculada rebeldía consiste en robar revistas en una tienda cercana a su casa. Su pequeña vía de escape a un día a día totalmente planificado, monótono. Su microscópico levantamiento contra una vida por y para el consumo.

Ladronzuela es una historia  que habla de la soledad en un mundo cada vez más conectado, de las inseguridades y el miedo al fracaso en un entorno cada vez más competitivo en el que la felicidad y el éxito son casi algo imposible más que algo deseable. Pero también es un retrato sereno de cómo un cierto tipo de vida actual es, esencialmente, un constante juego que exige vender y venderse en lo profesional y lo personal. Michael Cho desarrolla con seguridad y calma una historia a la que sabe aplicar el tono justo de amargura. Su dibujo preciosista y limpio se recrea en edificios, oficinas y rincones de la ciudad. Su bonito bitono retrotrae, a estampas publicitarias icónicas aunque ello no impide que sepa trabajar de manera convincente la expresividad de los personajes.

Quizás algunos piensen que el género slice of life, esa especie de retrato generacional semiautobiográfico que practicaban las luminarias del cómic indie de finales del siglo pasado yen el que Ladronzuela se inscribe abiertamente, es  algo superado. Y, sin embargo, Michael Cho sabe recuperarlo adaptándolo brillantemente para traer a colación las inquietudes y dilemas del momento en el que vivimos. Aquí tenemos a un autor al que conviene seguir muy de cerca.

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