Reseña de Joe el Bárbaro, de Grant Morrison y Sean Murphy

Joe el Barbaro

Joe el Bárbaro: la adolescencia y Grant Morrison

El de Grant Morrison supone uno de los pocos casos de absoluta libertad  -dentro de la jaula de oro en la que vive, de acuerdo- pero, sobre todo,  de uno de los pocos autores verdaderamente imprevisibles. Algo muy de agradecer en un ecosistema como el del cómic estadounidense no se aleja demasiado del de los institutos de las películas. Cada uno acaba teniendo su rol: el popular capitán del equipo de fútbol, el rarito, el empollón, los malotes…

Sabemos, en líneas generales, el tono que se puede esperar de escritores como Neil Gaiman, Garth Ennis o Kurt Busiek. Tienen una cierta manera de hacer, unos territorios en los que saben moverse y unos dejes con los que se les identifica. Morrison, sin embargo, ha demostrado con los años su capacidad para mutar en el nihilista de Mata a tu novio, el libertario lisérgico y distópico de La Mugre o Los Invisibles o el guionista de radicalidad variable en X-Men, Doom Patrol o All-Star Superman. Sí, todos son ejercicios de rebeldía  y escapismo, pero el sabor es muy diferente en cada caso.

En Joe el Barbaro, el guionista británico parece haberse propuesto escribir su propia obra young adult fiction. Una obra llena de de fascinación adolescente que homenajea abiertamente a El Mago de Oz, La Historia Interminable y, en general, al cine adolescente de los años ochenta. Morrison, con su inagotable imaginación, convierte un bajón de azúcar y un traslado en una épica aventura fantástica. La imaginación y el delirio se presentan como vía de escape de una realidad demasiado hostil para un chaval que, como tantos otros en tiempos más sencillos, se refugia en un mundo de su creación muy lejano al día a día. Morrison ha convertido la convivencia de varios niveles de realidad en una constante. Los Invisibles, Flex Mentallo, Vimanarama, Fantastic Four 1234All-Star Superman… todos exploran territorios en los que se evade la realidad o se coexiste con varios niveles de ella.

Casi desde la primera página de Joe el Barbaro queda claro que la obra habría naufragado en manos de un dibujante que no fuese Sean Murphy. El artista realiza una auténtica exhibición a lo largo de las doscientas páginas. Su dibujo detallado casi hasta lo enfermizo y su excepcional diseño de personajes son solo un punto de partida. Pocas veces tenemos la oportunidad de disfrutar con dibujantes que sepan emplear con tanta precisión un recurso  tan prostituido como el de la splash page y la splash a doble página.  Murphy  es uno de esos dibujantes que sabe transmitir sensaciones a través de los ángulos de cámara que elige: vértigo, claustrofobia, pánico. Su dibujo precioso y preciosista, tan lleno de pequeños guiños como de grandes soluciones gráficas, mantiene el nivel a lo largo de las muchas páginas de este volumen.

Puede que Joe el Bárbaro sea el intento de  Grant Morrison de ganarse una holgada jubilación viendo cómo una de sus obras es adaptada por fin al cine*, algo que no seré yo quien le reproche. Puede también que haya un componente nostálgico-generacional que toque la fibra sensible del lector treintañero. Sin embargo, todo esto queda en un segundo plano ante la certeza de que se trata de una obra sobrada de virtudes como para que todo lo demás no importe.

*Y parece que lo consiguió a medias. Hace unos años se anunció el desarrollo de proyectos cinematográficos tanto para Joe el Bárbaro como para We3. A día de hoy poco se ha vuelto a saber

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