Reseña de Grayson Integral, de Tim Seeley, Tom King y Mikel Janín

Grayson

De entre los últimos coletazos del Universo DC tal y como lo conocemos (si es que verdaderamente llegamos a conocerlo), la transformación-reinvención más reciente curiosa de las llegadas a nuestras costas es la de Dick Grayson, anteriormente conocido como Nightwing y aún más anteriormente conocido como Robin, sacado del armario superheroicamente hablando y refugiado ahora en una vida de espionaje y operaciones encubiertas. Esta pequeña introducción, por cierto, es completamente accesoria para quien sea ajeno a los endogámicos vericuetos de las editoriales de cómics de superhéroes y solo quieren saber de qué va esto.

En Grayson somos testigos de la reconversión del personaje de apellido homónimo en agente secreto que trabaja para una oscura organización. Ésta hace gala de una ambigüedad suficiente como para que no solo el propio protagonista esté todo el rato con la mosca detrás de la oreja, sino que el propio Batman solicite sus servicios como agente doble.

Dick Grayson: adios Nightwing, hola espionaje internacional

El desarrollo de la serie mantiene esa incertidumbre a la vez que va encadenando una serie de misiones cercanas al espíritu del Alias de J.J. Abrahams o Misión Imposible. El hecho de que cada capítulo sea un «episodio» autoconclusivo refuerza esa impresión. El dibujante y guionista Tim Seeley, que se centra esta vez en la segunda faceta (con la ayuda de Tom King), es otro de esos profesionales promocionados a las major leagues editoriales tras batirse el cobre en las independientes (destaquemos entre sus logros Hack/Slash y Revival), acierta en el tono general de una serie juguetona en la que el personaje de Dick Grayson funciona gracias a una voz saludablemente desdramatizada.

Lo mejor que se puede decir de esta serie es que sus páginas transcurren de manera fluida y muy ligera y que todo lo que sucede en ellas es francamente entretenido. Seeley, eso sí, tiene diversas pájaras. Orquesta algunas secuencias un tanto confusas, plantea algunos «episodios» francamente flojos. Por ejemplo, uno de los primeros, el del asesino ciego que ve a través de sus pistolas es un despropósito de principio a fin, y no solo por intentar que nos tomemos en serio un personaje que parece sacado de la serie Z más casposa.

En otras ocasiones, el guionista parte de una premisa interesante pero acaba por solucionar detalles importantes de manera apresurada. Si bien es cierto que individualmente algunos pasajes de este volumen no pasan el corte, no sería justo obviar que la serie, con sus imperfecciones, funciona, ofreciendo dosis adecuadas de intriga, acción y humor sin mayores pretensiones.
El gran responsable de que Grayson se mantenga a flote es el dibujante Mikel Janín. El español, caracterizado por un dibujo de corte digamos realista y muy preciso aunque un tanto neutro, sabe imprimir a la serie del tono adecuado en todo momento. No es fácil para un artista que se enfrenta mes a mes a una serie regular y exigentes fechas de entrega no recurrir a atajos o bajar los brazos puntualmente. Janín no busca exhibirse pero tampoco elige nunca por el camino más fácil.

Es posible que su estilo no emocione a quienes precisan de espectacularidad, pinups y artificio (ellos se lo pierden), pero todas y cada una de sus páginas revelan un excelente trabajo de planificación y una gran capacidad narrativa. Escenas como las del campo de tiro o la persecución en el internado nos muestran a un artista que domina ángulos y perspectiva, que sabe coreografiar escenas dinámicas con una gran naturalidad y fluidez y, al mismo tiempo, sabe transmitir matices y emociones con pequeños detalles. Grayson resultó ser un excelente punto de partida a partir del cual el dibujante no ha hecho más que brindarnos buenos momentos.

Si disfrutaste con la Saga Bourne y similares,  Grayson es un cómic hecho a tu medida, aunque no es imprescindible para que puedas disfrutar de todo un blockbuster de acción e intriga con el Universo Gotham de fondo.