Reseña de Catwoman, de Ed Brubaker y Cameron Stewart

A estas alturas, creo que a poca gente se le escapa que Ed Brubaker ha sido el más listo de los guionistas raritos a la hora de dar el salto a las grandes editoriales. Tanto en Vertigo como en proyectos netamente superheróicos, el guionista ha sabido adaptar los personajes a sus ideas sin que estos pierdan identidad ni interés, algo nada fácil, a juzgar por los patinazos de otros en operaciones similares. En nuestro país disfrutábamos en la actualidad de su etapa Marvel (Génesis Mortal, Capitán América y, desde hace poco, su excelente Daredevil) y la publicación de los números de Catwoman que todavía no conocíamos por estos lares no dejan de ser una buena noticia. En la serie protagonizada por Selina Kyle y compañía, Bru se lo toma con calma para redefinir al personaje y sus motivaciones y crearle un entorno de personajes y circunstancias que le permita mover al personaje por los caminos que le interesan. Y caminos y ciudades es lo que vemos con profusión en este primer tomo (de cinco) ilustrado por Cameron Stewart. Holly y Selina se van de road trip y, con ellas, vemos ciudades míticas en el Universo DC como Keystone City u Opal City con los ojos del forastero. Más allá de la excusa argumental que ocasiona el viaje, éste sirve como excusa para ahondar en los personajes y darles forma y sentido. Porque, pelea más, pelea menos, al final acabamos viendo casi más a Selina que a Catwoman, descubrimos cómo Wildcat es un tipo entrañable y nos preguntamos si Batman y Slam Bradley resolverán sus diferencias en torno a la mujer que aman los dos. Sólo con echarle un poco de morro a la cosa, el guionista refresca a un personaje a través del -supuestamente- sencillo método de convertirlo en más humano. Cómplice y compañero resulta ser Cameron Stewart, un dibujante que milita en la misma división que Darwyn Cooke y Bruce Timm, al que, por momentos, le pillamos en su habitación escondido leyendo una pila de números de Love & Rockets (sólo las historias de Jaime Hernández, claro). Stewart tiene un punto moderadamente menos caricaturesco que los antes citados y, en este caso, se beneficia ampliamente de ello. El suyo es un estilo limpio y estiloso que, a diferencia de lo que viene siendo habitual, no tiene miedo de embutir las viñetas que considere necesarias en cada página.
En el apartado de lo no tan bonito, eso sí, peca de demasiado estático en algunos momentos en los que escorzos, fintas y patadas se antojan demasiado rígidas. En conjunto, Catwoman acaba por ser un tebeo sólido, disfrutable y con identidad propia, algo nada fácil cuando se viven bajo la sombra de la franquicia del murciélago.

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