Reseña de Los Perdedores. Cuerpo a cuerpo, de Andy Diggle y Jock

Con pulso firme y sangre caliente enfilamos la recta final de Los Perdedores con este penúltimo tomo recopilatorio. Para los que sigáis esta trepidante serie de política-ficción (o quizás no tanto), acción y aventura, seguramente acabareis por sentirlo. Actualmente hay pocas o ninguna serie que capte tan bien el sentido del espectáculo y entretenimiento al más puro estilo Hollywood. Sin ser una obra totalmente redonda, Andy Diggle supo coger a estos Perdedores y sacarles casi todo el partido posible a partir de un plantel de personajes variado y con bastante carisma y un ritmo narrativo en el que no deja lugar para descansos. Con un planteamiento bastante sencillo –un malo malísimo, una persecución sin tregua- Diggle va desenrollando una madeja de intriga, grandes poderes y terrorismo global de una manera tan hiperbólica como adictiva. La serie, en este cuarto tomo les acerca a la pista del némesis del grupo, Max, y aproxima un final que promete ser de infarto. A lo largo de los números que incluye este mismo recopilatorio se mantiene una linealidad envidiable. Diggle parece tenerlo todo muy atadito, repitiendo los mismos aciertos y los mismos errores. Entre los aciertos: una precisión, insisto, exquisita, a la hora de crear una trama con visos de credibilidad y toda una maraña de grupos de poder, subgrupos y afiliaciones varias. Una gran capacidad de mantener, forzosamente a pinceladas, las personalidades de los protagonistas sin necesidad de echar el freno de mano ni caer en excesivas introspecciones. Entre los fallos: las excesivas diferencias entre los dibujantes a los que se encarga cada arco argumental. Jock, con su estilo cinematográfico y su trazo duro y expresivo a lo Sean Phillips, se revela como el artista de storyboard definitivo para esta película de alto presupuesto y exóticas localizaciones. Y, claro, sus compañeros de viaje lo pasan mal. Si en Trifecta le tocaba el papel de sufridor a Ale Garza, en Cuerpo a Cuerpo, Ben Oliver juega al mimetismo y, la verdad, le sale el tiro por la culata. Sea por cuestiones de guión o porque la cosa no da para mas, los suyos son los números más confusos y poco convincentes. Tampoco es que haga nada terriblemente mal pero, al ir pasando las páginas, sencillamente, lo que intenta no acaba de funcionar. Con todo, este grupete de frikis, malotes y tipos duros con buen corazón siguen destilando adrenalina pura y transmitiendo emoción y aventura sin tener que caer en las típicas macarradas a lo Garth Ennis, cosa que se agradece, y mucho. Garth (y compañía): a ver si aprendemos ya que clase y acción (con un poco de trasfondo currado, además) no están reñidos.

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